Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. 20
de mayo de 2014
Duodécimo festejo de la Feria de San
Isidro 2014
Toros de El Ventorrillo para los diestros
David Mora, Antonio Nazaré y Jiménez Fortes. Se lidiaron dos toros y se suspendió la corrida por lesiones de los tres diestros.
Tarde de suspensión
Por Paz Domingo
El presidente del palco de la plaza de Las Ventas, César Gómez, suspendió el festejo por falta de diestros disponibles para continuarlo.
Los tres toreros estaban en la enfermería y todo hacía presagiar que no
saldrían por su propio pie -después de las cornadas y contusiones que llevaban
en el cuerpo- para reanudar la lidia de los cuatro toros de El Ventorrillo que
quedaban enchiquerados. Pasados los momentos de confusión, tras la incertidumbre
por el estado de David Mora que había sido corneado con saña en los primeros
instantes de la corrida cuando realizaba el lance de recibir a porta gayola con
una rebolera de rodillas, -además de la consternación cuando los otros hombres
de la terna iban enfilando el camino de la enfermería, heridos durante la lidia
del segundo animal-, se corría hasta la estadística para
comprobar que esta situación, contundente por conmovedora, no se producía desde
hacía treinta y cinco años.
Una tarde extraña. De angustia. También
apasionante en la memoria. Unas horas antes, los representantes políticos en asuntos taurinos
de la Comunidad de Madrid homenajeaban al más popular y dramático torero de
todos los tiempos taurómacos desde que existen las estadísticas y los
revisteros. Manuel Benitez, El Cordobés,
con una juventud extraordinaria a sus setenta y ocho mayos cumplidos; con la
misma sonrisa perenne, arrebatadora; con el juego del flequillo ya encanecido; con
la rebeldía de antaño; con el espíritu de siempre; venía a recordar que hace 50
temporadas paralizó España entera –y al mundo taurino adyacente- frente al
televisor y frente a la ortodoxia. Aquella tarde, también fue sangrienta,
aunque a su manera. El Cordobés sedado y en camilla salía de la enfermería
después de ser intervenido de una cornada que le dio el toro Impulsivo, de la ganadería de Benítez
Cubero, y al cual le cortó el torerillo andaluz una oreja sin haber entrado a
matar, meritoria si se piensa que también era Madrid, la capital del toreo más escrupuloso.
Es un mundo de pasiones y también de
desgracias, entonces y ahora. Hay que contar con ello, aunque la sofisticación
en el control del espectáculo está tan medida que se hace improbable que algo trastoque
la normalidad. Probablemente, Mora estaría intacto de cornadas si no hubiera
acometido la precipitación de ponerse en la porta gayola sin tener la
aproximación de los temperamentos animales que aguardaban en los chiqueros y
cómo se descongestionarían de salida al ruedo. Es posible que Nazaré no estaría lesionado durante unos meses si hubiera utilizado el ingenio y controlado las fuerzas propias según se presentaba la tarde. Es muy probable, también, que Jiménez
Fortes no estuviera recuperado de las importantes heridas provocadas por un
toro en esta plaza y hace algo más de dos semanas. Se podía incluso pronosticar que
su interpretación del toreo no trascendiera, como sucedió en la lidia del
segundo ejemplar, pero lo cierto es que estaba fuera de la mínima capacidad para ponerse delante de un toro. Incluso, con la seguridad de no llenar los tendidos, se auguraba una tarde anodina en ímpetus mediáticos.
Sin embargo, nadie predijo que los dos
únicos toros salieran con una nota buena en presentación y en casta. Ambos
animales fueron obligados por los diestros en liza a replegarse en los tercios con faenas de desgaste. La afición torista, tan compungida en el ánimo como el resto, se quedó sin
evaluar la posible recuperación de la ganadería que inventara Francisco Medina y vendiera rápidamente en la cima del éxito a Fidel San Román, en lo que se
llamó el pelotazo ganadero de los que hacen época.
Mala suerte para todos. Mala tarde para
David Mora que se tiene que recuperar de dos cornadas de las que dan miedo: “una en tercio medio
cara anterior de muslo izquierdo con una trayectoria ascendente de 30 centímetros
que produce arrancamiento de la vena femoral y colaterales, con destrozos en el
músculo cuádriceps, además de contusión de la arteria femoral superficial; y la
otra en axila izquierda con una trayectoria ascendente de 10 centímetros que
contusiona el paquete vasculo-nervioso y alcanza el húmero". Mala tarde para Antonio Nazaré que sufrió “probable lesión de ligamentos” en unade sus rodillas.
Mala tarde para Jiménez Fortes que fue ingresado “con dos heridas por asta de
toro en el muslo derecho con dos
trayectorias de 10 centímetros" cada una. Mala suerte para todos. Pero, también hay que poner serenidad al drama, pues peor hubieran sido otras cosas, como muy bien se sabe.
A los tres, el doctor Máximo García
Padrós les curó de urgencia sus heridas, firmó los respectivos partes médicos y certificó que las lesiones sufridas impedían continuar la lidia a los matadores, al
mismo tiempo que lo hacía con celeridad y grandiosa profesionalidad. El
delegado de la autoridad comunicó al presidente la imposibilidad de reanudad el
festejo. El presidente lo suspendió. De la plaza se salía alborotado por la consternación, pensando en la
fragilidad del destino. Atrás, se alejaba también el eterno Manolo, por la gracia de sí mismo, que seguía saludando a la gente con idéntica simpatía como lo había hecho una hora antes en la entrada, con la misma sonrisa después
de 50 años pasados.
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