viernes, 28 de enero de 2011

Sobre traspasos y competencias

La ventanilla única
Carlos Núñez, el presidente de la Mesa del Toro, la entidad que engloba a todos los
estamentos del mundo taurino, comunicaba a una agencia de noticias que los profesionales taurinos quieren que el traslado de algunas competencias taurinas al Ministerio de Cultura lleve aparejada la creación de un órgano único que defienda los intereses de la tauromaquia similar al instituto dedicado a las artes escénicas y de la música, el INAEM. "Queremos una ventanilla única que reúna a los profesionales taurinos y que vele por nuestros intereses", decía en esta nota de prensa el presidente de este asociación que aglutina 15 organizaciones de profesionales e instituciones taurinas.
Núñez propone que ese futuro órgano, que se parecería en su funcionamiento a INAEM, dependiente de Cultura, articule y desarrolle los programas relacionados con la promoción, protección y difusión como se hace ahora desde este organismo institucional para la música, la danza, el teatro y el circo. A continuación, explicaba que no se pretende despojar a otros ministerios de sus competencias como es el caso de las atribuidas a Sanidad o Medio Ambiente.
Es cierto que la Fiesta de los toros, este espectáculo -de tanta relevancia económica, social, e incluso política- debería estar regulado en un organismo competente en todos los ámbitos que definieran su existencia, desde su regulación administrativa, sus aspectos sanitarios, agrícolas, ganaderos y consumo, sus circunstancias singulares de crianza del toro bravo, hasta los acontecimientos necesarios para su divulgación, desarrollo, preservación y promoción de la tauromaquia.
Todo este planteamiento tiene su lógica, y se han perdido más de treinta años desde que en los albores de la transición ya se abogó -de manera concienzuda- por la constitución de un órgano aglutinador de todas las competencias que tenía el mundo de los toros.
Ahora, en las circunstancias actuales, cuando ya se ha solicitado el traspaso de competencias de Interior a Cultura, no se entiende que no lo hayan exigido o promovido desde su situación actual dentro del Ministerio de Interior, a fin de cuentas habría que sacar las competencias de todos los Ministerios involucrados para que quedaran definidos en un nuevo organigrama y que fuera acogido por un Ministerio. En este caso, daría igual que Gabinete fuera de Cultura o Interior el responsable de su admisión pues el camino para darle entidad en todos los aspectos sería un trabajo independiente y por una causa ajena a las competencias propias ministeriales.
Ahora, sin embargo, los promotores de esta idea se enfrentan a dos circunstancias que conviene tener en cuenta. La primera es que no han detallado todavía en qué plano quedaría (si es que quedaría) la condición de ser un espectáculo regulado y reglamentado administrativamente, de la posibilidad de la persecución del fraude –si se produjera- y de garantizar la seguridad como espectáculo. No pueden salir todas las competencias de Interior de manera inmediata, o al menos antes de que cambien la ley taurina de 1991 (vigente), los reglamentos taurinos nacionales y autonómicos y las normas que rigen para los espectáculos populares y tradicionales, porque afectaría a delegados gubernativos, exigencias de seguridad, análisis post mortem, integridad del espectáculo, entre otros muchos aspectos no precisamente culturales.

Y aquí se colocaría el segundo escollo de esta espectacular puesta en escena. No puede haber traspaso de competencias si no cambian las reglamentaciones sobre espectáculos taurinos. No alcanza con el cambio de nombre de Ministerio al que dirigirse cuando los profesionales taurinos tengan que inscribirse en el obligado registro (que se les llame consecuentemente artistas), tiene que ver con que hay que abordar la reestructuración administrativa del espectáculo, que afectaría a la reglamentación pero también va a tocar, con toda seguridad, al espectáculo como tal, su concepción, organización, incluso en sus fundamentos exclusivamente singulares como puede ser el tercio de varas o la muerte del animal. Olvidar premeditadamente la carnalidad de este mundo singular, no fundamentarlo así, no dar importancia a la integridad del espectáculo como primera regla de oro, organizarlo exclusivamente a partir de sus pilares estéticos, no poner orden en los desmanes que están acabando por la emoción congénita y exclusiva de su constitución, son razones muy poderosas que afectarán a la Fiesta y, por supuesto, de manera decisiva en su desarrollo, en su supervivencia o en su desaparición.

jueves, 27 de enero de 2011

El protagonismo torero

Comité Ejecutivo en activo
Hoy sabemos un poco más que ayer. Conocimos, por ejemplo, que la reunión que mantuvo hace unos días la Presidenta de la Comunidad de Madrid con la plana mayor de los toreros no fue solamente para que estos hombres agradecieran a Esperanza Aguirre su apoyo a la Fiesta de los toros, sobre todo después del debate (pro y anti taurino) en el Parlamento Catalán durante el pasado marzo, del año también pasado, y que produjo verdadero sonrojo moral y nacional. La presidenta proclamó entonces la declaración de Bien de Interés Cultural de las corridas de toros en la Comunidad madrileña –y que después le dio forma administrativa- precisamente cuando más arreciaba el desconsuelo por el dislate que se producía en el hemiciclo catalán. Todo el mundo aprovechó para nombrarla gran oportunista política. La historia tuvo su guasa, porque aquí no se salvó nadie de la especulación superlativa, llevándose por delante en muchos casos la decencia y el respeto por el futuro del mundo de los toros. A lo que iba. Se reunieron y almorzaron la presidenta Aguirre, el vicepresidente Ignacio Aguirre, el director de Asuntos Taurinos Carlos Abella, el vicepresidente del Consejo Taurino Pedro Antonio Martín Marín, la selección de maestros y el ganadero Araúz de Robles en condición de abogado de los diestros. Los toreros José Mari Manzanares, El Juli, Alejandro Talavante, Miguel Ángel Perera y Cayetano Rivera aseguraron con mucho aplomo que con la visita se trataba de corresponder cortésmente a tan decidido apoyo. Nada más. Bueno, un poco más. Los maestros del arte taurómaco y mediático -en este encuentro de alto nivel- expresaron su preocupación por el pliego de licitación de Las Ventas, que tendrá que realizarse en este año. Este tema sería neurálgico si así se produjo, porque alguien podría imaginar que alguno (o todos) los protagonistas tienen o tendrán intereses en dicha subasta, o quizá que pudieran aportar sugerencias en las condiciones estipuladas de la futura e inmediata puja.
Imaginemos. Por lo mismo, también se podría pensar que estos protagonistas están muy preocupados por el futuro inmediato que se plantea en la fiesta de los toros, tanto como su decadencia, la necesidad urgente de una regeneración, de los cambios apremiantes en los pliegos de arrendamientos de los cosos hasta ahora basados en el canon económico y que son muy olvidadizos en la apuesta por la autenticidad del espectáculo. Imaginemos, o no. El pasado fin de semana se publicaba una entrevista en el diario El Mundo en que Roberto Domínguez, apoderado en Julián López, El Juli, decía que este grupo de toreros que representa al estamento taurino en las reuniones con ministros y presidenta “se mueven en beneficio de la Fiesta, por el bien común”. Si es así, (que puede ser, es un poner) ¿por qué no lo dicen? ¿Por qué no hablan del verdadero problema del espectáculo en vez de reclamar la etiqueta de artistas? ¿A qué tanto pasteleo? ¿Es que en el estamento taurino únicamente están estos profesionales autorizados (o capacitados) para llevar a cabo las propuestas, negociaciones y resoluciones que atañen a la totalidad de los mundos comprendidos en universo taurómaco?
Esto es mucho imaginar. En esta misma información se pregunta al apoderado: “(…) quizá los toreros, entrevistándose con la Comunidad de Madrid para hablar del pliego de Las Ventas, hayan meado fuera del tiesto”. Responde Domínguez: (…) Los toreros no han barrido para casa, como han pretendido trasmitir en alguna cortina de humo, proponen abaratar las entradas y favorecer el espectáculo”.
Hay que tener en cuenta que a los aficionados estos circunloquios que se exponen en despachos nos interesan y mucho. Sabemos de lo catastrófico en todos los órdenes del pasado ciclo de San Isidro, que casi ronda en desastre absoluto. Sabemos de los peligros que nos acechan. Sabemos de las necesidades acuciantes, de los milagros urgentes que pongan en marcha una regeneración. Y como sabemos, no entendemos.
No sabemos a qué se debe este protagonismo tan acentuado. No sabemos la letra pequeña, ni el pliego medido, y no estaría mal que lo explicaran de una vez. No sabemos si el juego se reparte en un partido de baloncesto, de fútbol o en un maratón.
Hay que reconocer que el plan de actuación de este grupo profesional es muy activo, incluso como se ve en las más altas instancias. Lo que ocurre es que el plan nos tiene intrigados, sencillamente porque no alcanzamos a ver cuál es el objetivo. La última aventura de este comité ejecutivo del estamento taurino hasta tiene su galanura. El lance torero -que recogía también este medio de comunicación- es que han enviado una carta al recién presidente catalán, Artur Mas, pidiéndole muy educadamente, con muy buenas formas, que “reconsidere la prohibición que cerrará la Monumental de Barcelona el 1 de enero de 2012”. Entre los muchos datos alegatorios de la carta, los diestros incluyen los perjuicios económicos que supondría esta ley, pues la indemnización que la Generalitat debería aportar a los empresarios de la Monumental “asciende a 300 millones de euros”. No me digan que no está traído al pelo, en estos días en que la deuda catalana sube como la espuma, en que al presidente Mas le duele el bolsillo. Un bolsillo que está algo roto, Un bolsillo que desgarró un poco más con su posición incondicional prohibicionista, que zurció chapuceramente con el tema de los correbous y que ahora está dispuesto a remendar como sea.
Hoy sabemos un poco más que ayer. Igual los catalanes también.
El que quiera que lo vea. A la vista está.

viernes, 21 de enero de 2011

Pascual Sala preside el Tribunal Constitucional

Parece que el nuevo presidente
conoce el mundo de los toros
Pascual Sala ha sido nombrado presidente del Tribunal Constitucional. Dentro de su mandato, esta alta institución del Estado debe abordar grandes retos ya encima de la mesa, y entre los que se encuentran la ley del matrimonio homosexual, la ley del aborto y la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Los medios de comunicación están recogiendo -en los perfiles que han elaborado sobre el juez- su circunstancia de pertenecer al sector progresista del nuevo tribunal, y que ahora tiene la mayoría en su composición.
Hoy, a los aficionados al mundo de los toros nos interesa su papel destacado y protagonista en un asunto crucial sobre la constitucionalidad o no de la prohibición catalana, pues el alto tribunal debe pronunciarse sobre el recurso que presentó por el Partido Popular sobre la ley, y que fue admitido a trámite hace unos meses.
Sabemos que a Pascual Sala le gustan los toros. Al menos, frecuenta las plazas, pues se le ha visto en ocasiones en los cosos, incluso en localidades muy destacadas. Ha participado como ponente en varios certámenes taurinos relacionados con los aspectos jurídicos de la Tauromaquia. Este matiz filo taurino puede significar nada, o mucho. Aunque lo cierto es que ahí está.
He recogido para ustedes unas apreciaciones del nuevo presidente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, sobre las corridas de toros y las prohibiciones que las han acosado históricamente y que el (entonces) magistrado del alto tribunal pronunció en los encuentros titulados "Segundo tercio: los juristas y la tauromaquia", bajo los auspicios del Colegio de Madrid y su homólogo de Nimes, congregando a expertos juristas del mundo del toro el pasado año. Sala afirmó: "No hay que estremecerse, son tan antiguas estas prohibiciones que no me preocupan porque chocan tanto con la cultura; los toros son una manifestación cultural en la que, por ejemplo, el público, a través de un acuerdo tácito, protege al toro de lidia". Estas declaración las recogía José Mª López Agúndez en el diario Expansión, en su edición digital y que pueden consultar en http://www.expansion.com/2010/05/14/juridico/1273855623.html

El juez no es un desconocedor del mundo taurino, ni de sus aspectos jurídicos tampoco. Lo primero queda demostrado por su asistencia a los espectáculos taurinos. Y respecto al segundo aspecto, podríamos asegurar que tampoco. En la citada reunión, asistía también como ponente Tomás Ramón Fernández, catedrático de Derecho Administrativo, y uno de los más grandes expertos sobre la situación actual de producción legislativa en las autonomías (además de gran investigador sobre la reglamentación taurina). El catedrático aseguraba que en el tema de proliferación reguladora autonómica "no se ha llegado por una reflexión sino por el abuso de unos y el descuido de otros". Fernández apunto que "los decretos de transferencia a las autonomías salvaron el reglamento estatal y sólo se transfirieron las competencias ejecutivas", que "no ha habido una razón de fondo, sino dejación del Estado y aprovechamiento de poder por las autonomías", además de mantener que hay aspectos que la normativa autonómica, por mucho que lo intente, no puede cambiar.
El periodista Agúndez recoge en el último párrafo de esta noticia un comentario muy importante sobre este tema tan controvertido y que reproduzco íntegramente: “Este experto también criticó que la Ley de 1991 terminara con el sistema liberalizado de autorizaciones, como anteriormente, lo que ha provocado que los reglamentos de las autonomías sometan a autorización a los espectáculos taurinos. No sólo no tendría sentido en algunas plazas, como las grandes y conocidas, tal vez únicamente en las plazas no permanentes, pero en cualquier caso, "tendrán que quitarla por las exigencias de la Directiva de Servicios".
Así pues, el recién nombrado presidente del Tribunal Constitucional conoce lo que representa el mundo de los toros, desde sus gustos personales hasta sus aspectos jurídicos y administrativos, tan cruciales para entender, legislar y desarrollar el arte taurómaco, el único espectáculo reglamentado jurídicamente, tan hermoso como singular, tan arraigado como frágil, tan necesitado de autenticidad como de inteligencia.

miércoles, 19 de enero de 2011

Ecuador y toros



Bajonazo a la Fiesta brava
En el día de ayer llegaba la noticia que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, presentó diez preguntas de un referendo de amplio espectro que se realizará en los próximos meses -ahora está en tramitación en la Corte Constitucional y en el Consejo Nacional Electoral- en la que se incluye la terrible disyuntiva de prohibir o no la fiesta de los toros en este país andino. Dicha consulta respondía al compromiso del presidente –anunciado a finales de año- como una respuesta a la alarma social en torno a la criminalidad y los asesinatos por parte de sicarios.
Esta reforma que se somete a plebiscito incluiría la trasformación del sistema judicial (como plazos de la prisión preventiva y la aprobación de una comisión que estructurará la judicatura), pero la habilidad presidencial se extiende en la inclusión de iniciativas que nada tienen que ver con la seguridad (como restricciones a las propiedades de la banca y los medios de comunicación, y el control de algunos contenidos de la prensa) y algunas otras de rondón (como son la prohibición de los juegos de azar y los “espectáculos públicos donde se mate a animales, en referencia a las peleas de gallos y las corridas de toros). El ánimo surgía del propio presidente que en el acto de presentación de la consulta decía: "Podemos, debemos tener una democracia mucho más directa". Posiblemente se trate de direcciones, aunque más bien se puede llegar imaginar -sin mucho esfuerzo después de ver algunas pretensiones gubernativas- que la necesidad estaría en la verdadera posibilidad de establecer motivos seguros para sustentar una democracia.
El alto tribunal dispone ahora de 45 días para analizar si las preguntas planteadas son apropiadas y determinar el proceso en curso. Pero alrededor existe tanta incertidumbre como calma chicha. He hablado con algunos ecuatorianos de esta media prohibicionista respecto a los toros. Y se dan las dos respuestas. Para unos responde a una cuestión de distracción muy simple -pero tan elaborada- que está dando resultado (por ejemplo en España, donde se alejaba la catástrofe de la crisis con la atención premeditada en el debate nacional y animalista). Al mismo tiempo, en este plazo en que se da curso a la propuesta presidencialista, la distracción vendría sobre las vaguedades expuestas sobre los temas de los juegos de azar y los toros, y así quedarían relegados en segundo término en atención las preguntas trascendentales como el cambio de la Constitución para poder abordar la reforma del sistema Judicial, el impedimento a la banca y a la prensa para realizar inversiones privadas fuera de sus terrenos sectoriales, o la creación de un Consejo de Regulación que reglamente la difusión de contenidos en los medios de comunicación. Es decir, se añaden varias preguntas sobre temas “supuestamente intocables” para acaparar la atención de los ciudadanos. Así la polémica se dispara, y siempre se puede contemporizar con los disgustados sacando de las diez preguntas un par de ellas, en un intento conciliador y magnánimo, dejando en el texto definitivo las que constituían verdaderos escollos de superar.
Por otra parte, están los ciudadanos que consideran que todo esto es fruto de los flujos unidireccionales y prohibicionistas del buenismo imperante, tan popular como demagógico. Los artífices de estos discursos teledirigidos han encontrado un filón en el tema taurino -y lúdico por extensión- y han hecho un arte de la controversia que enfrenta a los individuos en posiciones irreconciliables, en el que el papel del Estado sería preservar la libertad de unos ciudadanos haciéndola prevalecer sobre la de los demás. Poco importa lo que se lleven por delante. Les importa un bledo el tema de los toros. Es una cuestión de principios. Pero los suyos propios, naturalmente. Siempre se puede dar explicaciones (a toro pasado, alegando eso de “yo no estoy de acuerdo con las medidas pero…, caso del presidente español) eludiendo toda responsabilidad y no abordando la defensa a este espectáculo que por cargo están obligados a realizar, pues afecta al patrimonio, cultura, desarrollo social, económico, incluso moral.
En fin. Asistiremos perplejos, atónitos, incautos a esta catástrofe que se viene encima. ¡Líbranos señor del mal! Un mal absoluto que consiste en el dirigismo hacia la planicie de la nada.
Me gustaría a modo de colofón recordarles algunos datos y vivencias (también taurinas) del bellísimo país andino.
- El censo electoral está compuesto de diez millones y medio de ciudadanos. Más de 100.000 ecuatorianos residentes en España pueden votar en nuestro país. Por primera vez -en el año 2009- la Asamblea de Ecuador tiene seis representantes de los emigrantes. La participación en España en aquella consulta fue del 39,22%.
- El diario de noticias digital http://www.hoy.com.ec/
dio cifras sobre los espectáculos taurinos que se celebran en todo Ecuador, entre los que destacan los siguientes: Más de un millón de ecuatorianos asisten cada año a 500 de estos espectáculos formales y populares, de los cuales 200 son con actuación de toreros profesionales en 150 parroquias y capitales de provincia, y 300 como espectáculos taurinos populares o “toros del pueblo”. Los espectáculos taurinos generan 60 mil empleos directos y 100 mil empleos indirectos. Los toreros, la agricultura, la ganadería, el turismo, la hotelería, los restaurantes, los proveedores de bienes y servicios, el fisco, los municipios, los microempresarios, los veterinarios, los comerciantes, la pequeña industria, los trabajadores del campo, los medios de comunicación, los transportistas, los músicos, los vigilantes, los artesanos, entre otros, forman parte de la actividad económica relacionada a los toros. Existen 30 plazas de toros estables (cemento), siete plazas portátiles y 150 plazas de toros artesanales armadas provisionalmente para la realización de espectáculos taurinos. Además, hay 400 ganaderías de toros bravos, de ellas 300 pertenecen a comunidades indígenas asentadas en páramos andinos. Las grandes ferias (Quito, Ambato y Riobamba) representan apenas el 3% del total de espectáculos que se realizan en todo el país. En Ecuador los espectáculos taurinos no reciben subvenciones estatales. Los municipios tienen importantes ingresos al recaudar los impuestos de los espectáculos públicos. El estado se beneficia de los impuestos al valor agregado, consumos especiales y a la renta que generan los espectáculos taurinos, que forman parte de la riqueza cultural y de las tradiciones de los ecuatorianos. Datos recogidos en http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/los-espectaculos-taurinos-se-celebran-en-todo-el-ecuador-453265.html
- El soporte digital http://somosecuador.blogspot.com/
publicaba el pasado 4 de enero la convocatoria de una manifestación en “defensa de la Fiesta brava y que dice: “Queridos amigos. Convocamos a todos los aficionados del país para la marcha en defensa de la Fiesta brava el viernes 21 de enero. Partirá desde la Plaza de toros de Quito a las 8 de la mañana. En esta estamos convocados todos los estamentos afectados. Es ahora o nunca el momento de defender lo que queremos. ¡Taurinos más unidos y fuertes que nunca!
- Desde Guayaquil alguien escribe: “Me opongo a que algo como el prohibir las corridas de toros sea objeto de una consulta popular. El presidente Correa no debe entrar en ese debate porque no es papel para un gobernante. Algún día a alguien se le ocurrirá que se consulte si nos debemos volver vegetarianos y que se prohíba el consumo de carnes, aves, pescados, y mariscos, porque los pobres animales sufren; y si la mayoría votara a favor, nos obligarían a todos a comer montes, “paisajes”. Y más tarde otro grupo dirá que como los vegetales también son seres vivos, que se prohíba su consumo, y si gana la mayoría, comeremos piedras.¡No, señor! Todas esas decisiones, así como las opiniones y prácticas religiosas, la prensa que queremos atender, la educación que queremos para nuestros hijos, son individuales, sagradas de cada persona. Nadie me obliga a ir a corridas de toros, así que con no ir es suficiente. Adicionalmente, en nuestro Ecuador se asesina a cientos de personas al año y hay otros cientos de miles que viven en la absoluta pobreza, de manera que los esfuerzos del Gobierno y de los grupos sociales deben canalizarse a favor del ser humano”.

viernes, 14 de enero de 2011

Confesiones de una ex

¿Hace un cigarrillo?
A estas alturas del mes de enero tan pletórico de acontecimientos, los fumadores se han echado al espacio del aire libre, -es decir, que les han proyectado a la mismísima calle. Otra vez más la masa poblacional de este país está dividida de pensamiento, obra, omisión y ejecución. El mérito no se encuentra en la dispersión ideológica, en las disparidades reflexivas, ni tan siquiera en estilos de vida diferentes o antagónicos. Nada de eso. El método consiste en aplicar prohibiciones de todo aquello que no guste, empleando por lo tanto una diferencia entre morales buenas y otras despreciables. No se ha buscado un punto de encuentro -eso que ahora se llama recurrentemente consenso-, no se pretende el reconocimiento evidente de que todos somos responsables y tenemos obligaciones, que debemos ser tratados por igual ante la ley porque se nos ha garantizado que así debe ser.
Pues a lo que iba. Han prohibido los toros en Cataluña porque es un espectáculo que molesta moral e intelectualmente, porque es depravado, degenerado, indigno por carecer de racionalidad. Estos políticos que se propusieron fastidiar a los aficionados (catalanes y no catalanes) relegándolos como ciudadanos a la ilegalidad, el ostracismo, a la injusticia, a arrancarles sus derechos, a la rebelión no permitida, a la tristeza del alma, pues estos políticos -de “ordeno y mando”- tienen además unas tragaderas más grandes que las plazas de toros que cierran y los argumentos que explican sus desmanes sirven para blindar lo que consideran propio e intocable, demostrando al mundo la flema que se puede llegar a tener (caso de los correbous, sin ir más lejos).
Salvando las comparaciones que son odiosas, algo pasa de igual manera con el tema del fumeque. Esta ley 42/2010, de 30 de diciembre (por la que se modifica la Ley 28/2005, de 26 de diciembre) tiene como principal objetivo establecer “medidas sanitarias frente al tabaquismo” en su intento justificado de erradicarlo. La cuestión es que si tan certeras son las consecuencias malignas para la salud, no se entiende que no lo prohíban absolutamente (cultivos, venta, publicidad, consumo, recaudación de impuestos, supresión de puertos francos, etcétera), de paso tratar a los fumadores como sujetos con adicciones graves a los que hay que restablecer la salud y entonces se hablaría de una verdadera ley “valiente”.
Me preocupa esta permisividad con la que se trata la libertad individual e intransferible de cada uno de los ciudadanos, que no se establecen en igualdad ante la ley y que la misma ley no pueda garantizarla. Me inquieta la imposibilidad de respeto mutuo, de la convivencia que se sustenta en la imposición de un criterio sobre el contrario.
Yo ya soy un ex. Una ex fumadora –quiero aclarar- y no siento ninguna culpabilidad ni regocijo por haber cogido y abandonado –después- el cigarrillo. Este matiz (opción personal se llama ahora) ni me acerca ni me aleja de esta controversia relativa al fumeque, pero no me impide aclarar que me produce una gran tristeza por la línea divisoria, tan férrea como irracional, que se está interponiendo en nuestras vidas, tan peligrosa porque todos los ciudadanos, todos, tanto de manera individual como dentro de un colectivo, minoritaria o ampliamente, uno u muchos, no gozamos de esa igualdad y de tratarla como lo que es: un acto valiente.
Por cierto. Si usted es fumador y aficionado sepa que puede fumar en las plazas de toros. Antes, mire al cielo. Si el cielo esta cubierto (literal), aguántese las ganas de dar unas caladas hasta el final del festejo. Esto, o perderse algún toro, siempre y cuando los porteros le dejen salidas sibilinas.
¿Hace un cigarrillo? Pues, ahí tiene dos.
Ley 42/2010, de 30 de diciembre, por la que se modifica la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco. http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/l42-2010.html
Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco. http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/l28-2005.html#a3
Por cierto, si quieren pasar un buen rato humeante les dejo en compañía de un (ex) fumador empedernido y en los brazos de sus atinados escritos. http://www.pazdomingo.com/2010/08/el-respeto-y-el-caldo-de-gallina.html

martes, 4 de enero de 2011

Sobre las declaraciones taurinas del Presidente

“Pío, pío, que yo no he sido”
De todos es sabido que al Presidente del Gobierno no le gustan los toros. Él mismo lo ha comentado en alguna ocasión. Esta circunstancia es absolutamente respetable, tanto como su figura y lo que representa. Que quede por delante. Precisamente esta mañana concedía una entrevista a Onda Cero Radio y entre sus declaraciones y respuestas (que recogía Europa Press) afirmaba que las corridas de toros en Cataluña "no se deberían haber prohibido, más allá de que guste o no y se tenga más o menos afición a una fiesta que tiene tradición". Añadía que "habría votado no" a la prohibición y que "no le ha gustado" la decisión tomada por el Parlamento catalán.
Estamos de acuerdo con la aserción del Presidente Zapatero. A nosotros, a los aficionados, a los que amamos la Fiesta, a los que reconocemos su historia y su emoción, tampoco nos ha gustado la decisión catalana de prohibirla. Por lo mismo, tampoco nos satisface que nuestro máximo representante en este país haga estas declaraciones a “toro pasado”. Debía haberse pronunciado cuando tocaba, o cuando menos, en el momento que el Partido Socialista (del cual José Luis Rodríguez Zapatero es secretario general en la Comisión Ejecutiva Federal) decide dar libertad de votación a sus señorías parlamentarias catalanas (pertenecientes a su partido), alegando libertad de conciencia (cuando precisamente se había negado esta responsabilidad individual para el plebiscito y votación de leyes que probablemente así lo exigían). Su agrupación política no termina de ofrecer un mensaje definido sobre el tema taurino y esta confusión les está pasando factura, sobre todo, cuando se roza el absurdo como ha ocurrido en Cataluña. Ya se han dado cuenta, o así me lo parece por las declaraciones que acaba de realizar.
Me permito una licencia arriesgada y espero que el Presidente entienda la osadía ingenua con la que lo planteo. Creo que esta circunstancia prohibicionista nada tiene que ver con los gustos y las aficiones. Al menos, en primera instancia. Se trata de una cuestión de libertad, de que todos somos iguales ante la ley; en oportunidad para el desarrollo cultural, social e histórico; en posibilidad de manera individual, minoritaria o ampliamente colectiva; en el respeto a las leyes; en la obligación a cumplirlas; en la responsabilidad que tenemos con nuestro pasado y en la oportunidad para el futuro. Los máximos representantes sociales, políticos e institucionales no están obligados a tener afición a los toros, pero sí son responsables de reconocer su historia, su patrimonio, su cultura, su singularidad, su posibilidad económica, su lenguaje, su todo, y además ser garantes de fomentar su desarrollo, de asegurar su continuidad para los hombres y mujeres que quedan por venir.
Sólo me queda ofrecerle una invitación si algún día quiere ir a los toros. Sería un placer, Presidente.

lunes, 3 de enero de 2011

A la plaza de Valencia le pondrán una cubierta

Me temo lo peor
No había concluido el arrastre de las mulillas que se lleva este horripilante año para los asuntos taurinos (aunque de los otros también tenía preparado su aquél) cuando me entero de unas declaraciones -que hizo el pasado día 30 de diciembre- la directora general de Patrimonio de la Comunidad Valenciana, Paz Olmos, tranquilizando sobre la propuesta que ha hecho la Diputación para instalar una cubierta en la Plaza de Toros de Valencia, pues aseguró –tan segura ella- de que debe mantener la "funcionalidad del monumento" pero al mismo tiempo debe ser una actuación "reversible", por lo que dada la "complejidad" del tema, su departamento no se ha fijado plazos de resolución. No se quedó ahí el asunto por “resolver” pues reiteró la directora general del Patrimonio que "si funcionalmente, la Plaza puede adquirir unas prestaciones y mayores confortabilidad, estamos en el siglo XXI y hay que pensar en eso, pero al mismo tiempo es un monumento declarado Bien de Interés Cultural (BIC) que debe ser tratado y considerado como en su momento se hizo". "Esas dos variables son las que vamos a intentar compaginar", ha concluido.
Con directoras de patrimonio así, nos sobra el Patrimonio. ¿Cómo se puede ser tan animal? ¿Cómo tan ignorante? ¿Cómo tan cínico? ¿Cómo tan astutos para creer que nos van a engañar cuando de lo que se trata es de incentivar la especulación, descaro y el beneficio propio? ¿De verdad creen que los técnicos (por muy técnicos que sean) van a ponerle seda a la mona para hacerla princesa?
La última vez que estuve en este bellísimo rincón valenciano saboreando la dulce brisa marina veraniega fue el pasado mes de julio. Era consciente de mi última vez, de esas raras alucinaciones en que se vislumbra el propio final con clarividencia en el tiempo, como si fuera la moviola que acerca a cámara lenta el futuro desasosiego. Allí estaba, suspendida en el aire caliente como las torretas de la estación que coquetean de manera insaciable; admirada de los vuelos embelesados de gaviotas curiosas, incluso solitarias, incluso misteriosas; agarrada firme a las columnas férreas, silueteadas con finos pinceles; acariciaba la luz especial que destella la cercanía del mar; entusiasmada por el sabor a horchata y a sabores cremosos; cómoda cuando remetía mis pies en los huecos que liberaba los asientos de piedra. Allí estaba, llorando por esta hermosa singularidad a la que le van a hacer una cremá al estilo singular fallero, eso sí protegiendo para que “no afecte al monumento”.
No nos hacen falta directoras de Patrimonio como la titular de Valencia. Se hace urgente y necesario la búsqueda de gente inteligente, con sentido común que diferencie entre el bien y el mal, con generosidad por el bien social, con humanidad, con oficio, con sencillez, con amor. Si lo tuvieran, la Plaza de Valencia, como las de muchos lugares se salvarían y no las transmutarían en espacios polivalentes y horripilantes. Por Dios, sobra terreno en este país. ¿Por qué no le ponen techo al campo? Digo yo.
Me duele el alma. Lo aseguro. Lloro amargamente. Pido al cielo un milagro. Apelo a la misericordia de quienes promueven estos intentos benefactores “para que entremos en el siglo XXI”; acudo a los aficionados valencianos para que se cercioren de la salvajada que supone tanto estudio de techos volanderos (techos al fin y al cabo) que no les dejarán ver el cielo y su luz; suplico a todos los hombres y mujeres que sienten el alma torera que entiendan la cuestión trascendental del verdadero respeto por estos espacios únicos y soberbios. A todos les pido el milagro. Un milagro divino o terrestre, me da igual. Pido el ninot indultat para la imponente, hermosa y formidable plaza de la calle Xativa. Por favor. ¡Que paren esta masacre!