Segundo ejemplar de la ganadería de Baltasar Ibán de la tarde. Fotografía de Paco Sanz.
No es fácil entender
Por Paz Domingo
Hay tardes de toros que son muy difícil
de entenderlas. Hay toros en esas tardes que se van inéditos de comprensión. Y
hay muy pocos aficionados que sean capaces de aglutinar conocimientos y
sabiduría para hacer un juicio justo de las complejas maneras en que se
desarrollan algunas, también pocas, tardes de toros, toreros y aficionados. Los
toros de Baltasar Ibán son un reto para cualquiera que se precie en las alturas
del conocimiento.
No se pretende asegurar que se sabe más
que nadie, aunque se respetan todos los juicios de valor –muchos y variados en
un día como hoy-, pero no es fácil poder ver a los ibanes con una amplitud de miras equitativa. Y a riesgo de
equivocarnos todos, hoy nos examinamos en conocimientos en materia taurómaca.
En mi opinión, los toros de Baltasar Ibán estuvieron impecables en presentación
y trasmisión. Unos toros que únicamente pueden salir en Madrid y ser apreciados
por esa pequeña porción de aficionados que saben decir con precisión científica
cuándo se da un toro de casta y cuándo no se dará por mucho que se empeñen las
normativas modernas.
Fueron toros encastados, con una
personalidad ya muy definida en sus acometidas. Tienen genio, lo mezclan con
fijeza, no pisan terrenos cercanos a chiqueros, siguen los engaños si les reta
de frente, tienen sangre en las venas, juegan fuerte, son ávidos y espabilados,
recorren la muleta, investigan si su trazo se muestra seguro y sienten la
curiosidad del saltito rebrincado del final del pase. Y todos salieron en esta
línea, todos. Unos aguantaron más y otros se acabaron pronto, es cierto. Pero
la escasez de fuerzas no es únicamente una circunstancia inherente al grosor de
las potencias naturales, es también proporcional a los batacazos que se les den
en la sufrida arena. Unos fueron más codiciosos que otros, y si se contempla la
ambición en la capacidad para asumir pases de acompañamiento puede ser que no
lo fuera ninguno. Que no salieron buenos en los caballos, dicen por ahí, cuando
lo que procedía era exponer bien al jamelgo, citarle de frente, colocar bien la
vara, sujetar la fuerza que ofrecían y demás órdenes lógicos, mientras lo que
se vio es que era más lucrativo el juego del ratón y el gato con puñaladas
traseras y tundidoras. Algunos merecieron ponerlos en suerte de nuevo, pero
como les habían hecho la palanca de contención en sus partes traseras, pues les
dejaron molidos a conciencia y protestones en el tercio siguiente.
Hay quien asegura que el segundo toro de
la tarde era descastado, cuando lo cierto es que no puede tener un animal más
casta, más personalidad para decir sin palabras que no quiere enganchones, ni
terrenos entre dos rayas, ni porfías, ni dudas, ni inseguridades… Que lo que
necesita es mano dura, cuerpo que aguante firme, muleta de verdad, corazón que
contenga el miedo, un reto de principio a fin. Quedó arrinconado en la tarde
este impresionante toro por la lluvia feroz y por la inseguridad de Bolívar
que, aunque expuso mucha valentía, falló en conocimientos de materia tan reservada.
Robleño, Bolívar y Pinar fueron hombres
valientes pero no competentes para dar con la clave de los ibanes. A los tres les faltó ese pasito para adelante que muy pocos
hombres son capaces de dar, pues aunque estuvieron entregados a la batalla, se
necesitaba pelear por la excelencia. Que son grandes hombres toreros en la
lucha nadie lo duda, pero ayer el examen era para sacar nota. O todo, o nada. Es
el peaje tan alto que exigen y que también muy pocos reconocen.
Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. 28
de mayo de 2014
Vigésimo festejo de la Feria de San
Isidro 2014.
Toros de Baltasar Ibán para Fernando
Robleño, Luis Bolívar y Rubén Pinar.
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