Historias de aquella plaza de toros alhambreña
Los estudiosos Alcantud y Rozúa enseñan la existencia de un coso de madera ubicado en el palacio árabe a principios del siglo XIX
Granada tiene una plaza de toros de estilo mudéjar, como no podía ser de otra manera. Se realizó su construcción por iniciativa popular y arquitectónicamente fue puesta en pie por la pericia del arquitecto Ángel Casas en 1928. Heredaba el nombre -Real Maestranza de Caballería de Granada- del anterior coso que se había consumido bajo el fuego en el amplio solar de la actual Plaza del Triunfo. Este paraje hermoso que es Granada, enclavado entre corrientes de agua que descienden voluptuosas abultando la contención de sus paredes verticales, calcáreas y rojizas, no fue nunca ajeno a la fiesta de correr toros -y correr cañas- pues “gozaba de una gran popularidad y servía para subrayar la celebración de cualquier solemnidad”, como sostiene Inmaculada Arias Saavedra en su estudio La Real Maestranza de Granada y las fiestas de los toros en el siglo XVIII.
Esta historiadora habla de dos puntos neurálgicos, aunque no fijos -la plaza de Bibarrambla y el Campo de los Mártires, junto al Generalife-, donde se alanceaban toros y se practicaba el rejoneo en el siglo XVII, hasta que los mismos nobles fundaran en 1686 la Real Maestranza de Caballería. El toreo a caballo había experimentado entonces cierta decadencia, pero en 1725 los festejos taurinos resurgían ya que los distinguidos promotores obtuvieron privilegios para la organización de los espectáculos, y que a partir de 1739 se realizan con regularidad. Alentados los maestrantes granadinos por la construcción de plazas de maderas de emplazamiento fijo como Sevilla y Madrid, decidieron poner en marcha su construcción en la Plaza del Triunfo pues hasta la fecha de 1768 –en que fue inaugurada, incluso con considerables oposiciones al respecto- se montaba y desmontaba un coso de madera puntual a los espectáculos en las inmediaciones del puente del Humilladero, junto al río Genil y el paseo conocido como de la Virgen.
En este fabuloso recorrido de la fiesta de toros granadina a lo largo del siglo XVII y XVIII Inmaculada Arias de Saavedra asegura en su estudio que el coso de madera en la plaza del Triunfo “sería el único existente en Granada hasta su destrucción por un incendio en 1876”. Sin embargo, tras esta afirmación ha salido un estudio que aclara y matiza que en la capital andaluza sí se dieron festejos con toros de muerte con carácter fijo, aunque la aventura durara apenas cuatro años. Los matices los exponen José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa en el número 34 de la Revista de Estudios Taurinos -en la tesis Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural- y se hacen relevantes porque demuestran que hubo otro espacio para realizar celebraciones con toros, que estuvo ubicado en el bello palacio árabe, que tenía forma cuadrangular y era de madera y que lo construyó el maestro de obras del recinto mudéjar Thomás López Maño.
La importancia de la tesis de González Alcantud y Barrios Rozúa consiste en aportar el motivo para el que estuvo justificado este coso y que se fundamentaba en la recaudación de los festejos para después reinvertirla en las obras de restauración de la Alhambra. Así lo explican: “El gobernador de la Alhambra renovó en solitario en 1800 la propuesta de celebrar corridas para recaudar dinero y fue aceptada, probablemente porque los temporales habían agravado el estado de la ciudadela”. Esta noble iniciativa no estuvo exenta de presiones por parte de los miembros maestrantes y las instituciones religiosas y locales que también promovían este tipo de festejos para recolectar fondos y, sin embargo, estuvo en pie desde 1800 a 1804, tres meses antes de que la Real Cédula de Carlos IV (febrero de 1805) prohibiera “absolutamente en todo el Reino, sin excepción de la Corte, las fiestas de Toros y Novillos de muerte, mandando no se admita recurso ni representación sobre este particular.”
El ruedo situado en la Plaza de los Aljibes, paralelo al palacio –y no en el interior circular como sería previsible imaginar-, se estructuraba de manera cuadrangular, “con las esquinas achaflanadas y cerrado por una barrera”, con dos cuerpos y con la peculiaridad de que el segundo no se elevaba “finalmente en el costado oriental para evitar que la plaza ocultara la fachada del palacio” de Carlos V. “De esta manera la fachada principal del palacio carolino quedaba despejada y desde sus balcones se veían perfectamente las corridas. En el centro de uno de los lados de la plaza estaba el balcón de mando”.
A continuación, se recogen algunos párrafos de este revelador estudio de la plaza de toros de la Alhambra, mezclados con un reportaje gráfico del actual ruedo granadino de estilo mudéjar, como no podía ser de otra manera, realizado el año pasado durante una visita guiada.
“La popularidad de las corridas tenía una componente no solo pasional sino igualmente material, como demuestra sus pingües beneficios. Lo vemos reflejado en Granada, sin ir más lejos: en esta ciudad sólo el alquiler de las ventanas que daban a la plaza de Bibarambla producía tales cantidades que cuando se suprimía una corrida, como en 1747, quienes perdían tan suculentos beneficios pleiteaban” (…) A la vista del negocio creciente los nobles decidieron intervenir. En Granada la Real Maestranza recibió el privilegio de celebrar corridas en la ciudad, o mejor dicho extramuros de la misma”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“Durante veinte años la plaza de la madera de la Maestranza estaría extramuros de la ciudad, al igual que la definitiva construida también en madera en 1768 en el campo del Triunfo”. Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“Entre 1740 y 1756 se alternan los permisos y las prohibiciones para celebrar corridas en La Alhambra, todo relacionado con las necesidades culturales de las hermandades existentes en la misma o más frecuentemente con la conservación, y también con prohibiciones generales como la de 1754. No podemos dejar de hacer notar que la Alhambra mantenía una autonomía, o independencia jurisdiccional, frente a la ciudad de Granada, con su propia alcaldía y gobierno”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“La división de opiniones en el seno de la Iglesia católica a propósito de la licitud de las corridas de toros era antigua, afectando al propio papado, habiendo dado lugar a lo largo del tiempo en su seno a una oposición en su seno a una oposición entre taurófobos y taurófilos (Pereda, 1945)”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“A estos problemas hubo que añadir otros, que indican en sí mismos la preocupación por la conservación monumental en cuanto tal. (…) Pero la Alhambra tenía necesidades imperiosas ligadas a su deterioro y subsiguiente conservación…” Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“En 1795 el deterioro era tan acentuado y los recursos tan escasos que el gobernador, Francisco González Mojena, solicitó permiso para celebrar corridas de toros… El recurso de las corridas estaba encima de la mesa de los corregidores y gobernadores para sostener las necesidades del urbanismo y ornato públicos".
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“Contra toda lógica de fundamento analógico, las plazas alhambreñas fueron cuadrangulares, como las del resto de España, en lugar de redondas, como parece invitar la circularidad del patio del Palacio de Carlos V. El gobernador de la Alhambra renovó en solitario en 1800 la propuesta de celebrar corridas para recaudar dinero y fue aceptada, probablemente porque los temporales habían agravado el estado de la ciudadela”. (…) No se trataba de competir con el coso granadino, regentado por la Real Maestranza, más estable, sino de elevar una estructura económica que pasados unos lustros, los necesarios para restaurar la ciudadela y sus murallas, pudiera desmontarse liberando a la Alhambra de su presencia, ya que no se consideraba natural su emplazamiento en el recinto. El autor del proyecto presentado fue Thomás López Maño, maestro de obras de la Alhambra desde 1782”. Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
"La plaza, anfiteatro o circo, que de las tres maneras es denominada en la documentación, era un rectángulo, casi cuadrado, con las esquinas achaflanadas y cerrado por una barrera, circundada por un “callejón de inter barreras” y finalmente el graderío de dos cuerpos de alzada, el primero inclinado –o “graderíos de subir”- y el segundo cubriendo la mitad superior del primero. El segundo cuerpo tenía las llamadas “ventanas o tertulias” –también se denominará este espacio como galerías-, con suelo plano. Este cuerpo no se elevaría finalmente en el costado oriental para evitar que la plaza ocultara la fachada del palacio. De esta manera la fachada principal del palacio carolino quedaba despejada y desde sus balcones se veían perfectamente las corridas. En el centro de uno de los lados de la plaza estaba “el balcón de mando”.
Revista
de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros
en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por
José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“La construcción de la plaza de toros de la Alhambra indignó tanto al Ayuntamiento como a la Real maestranza, que tenían privilegios en la celebración de corridas, internas y externas a la ciudad”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“La estructura levantada en 1800 era tan endeble que necesitaba continuos reparos”. Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“A la Alhambra le fueron concedidos el 18 de abril de 1800 “espectáculos de corridas de toros encaromados, volatines y fuegos artificiales”. Los espectáculos incluían “toros de muerte”. La real orden concedía seis u ocho corridas de toros al año, para la conservación de la Alhambra, aunque se harían más”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“Corridas de toros, novilladas, rejoneo y toros embolados se celebraron en la plaza de madera instalada en la plaza de los Aljibes desde el 8 de julio de 1800 hasta diciembre de 1803; se celebraron espectáculos taurinos casi todos los meses, estando a veces acompañados por castillos de fuegos artificiales. En enero de 1804 los espectáculos cesaron y el 5 de octubre de ese año las autoridades de la Alhambra tomaron la decisión de desmantelar la plaza y vender sus materiales. El 27 de febrero de 1805 se hizo inventario de materiales y en los meses siguientes la desmanteló el carpintero Luis del Águila. El fin de las corridas de toros quedó certificado en 1805 por una Real Célula que prohibía una vez más los toros en España, por lo cual la mayor parte de los lidiadores andaluces de toros fueron licenciados. Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
“La restauración de la Alhambra con el producto de las corridas de toros ofrece un balance algo decepcionante. Esto nos lleva a plantearnos una pregunta: ¿tan poco dinero se recaudó pese al elevado número de corridas de toros y novillos celebradas? Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
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