Algo raro
Se vio algo raro en la esperada tarde de
Cuadri. Todo se contagió de una sensación extraña. Los toros de esta ganadería
propia de aficionados no parecían lo que habían sido siempre. La presentación
era desigual, sobre todo en las diferencias en las cabezas, la hondura de sus
ejemplares se manifestaba en formas más recortadas, incluso en alguna badana
muy poco definida; pero lo más paradójico resultó el confuso comportamiento de
los toros, lejos de los parámetros de resistencia al sometimiento que imponen
sus soberbias figuras. Esta vez no eran piezas de mármol correosas, como
tampoco animales de pronóstico reservado. Se comportaron noblemente,
apalancados en personalidades variables según los tercios y terminaron casi
todos entregados a las muletas con y sin fuerzas en sus entrañas.
El primer toro correspondió a la
confirmación de alternativa de José Carlos Venegas y le faltó poco para llegar
al final del trasteo porque el picador de su cuadrilla perpetró un asesinato en
forma de vara trasera, provocando una disección a lo vivo en el lomo con el
tamaño de una cueva paleolítica de la que manaba como un surtidor y a
borbotones la sangre del infortunado. Quedó el toro preparado para la lidia de
dos o tres tandas como mucho, incluso con abundante nobleza. El joven diestro se
colocó bien en la primera pero se empeñó en el toreo por arriba cuando en
castigado animal quería faena por abajo. Murió de estocada tras pinchazo y
recibió aplausos en el arrastre. Hay que añadir que quedó deslucido el pitón
izquierdo porque estaba ajado como una fregona de esparto y la gente se puso a
murmurar, pues de todos es sabido que Fernando Cuadri es un ganadero que no
enfunda y no confunde.
Se protestó el segundo porque blandeaba y
no terminaba de convencer su cara sin rematar. Fue el toro de menos a más, es
cierto, en gran parte debido a la extraordinaria maestría de Marco Galán, para
concluir Sánchez en la tercera pasada por banderillas con una lección de aproximación
de toreo con el cuerpo, despacio, llegando hasta el hocico, de frente,
provocando la arrancada a dos metros, volcándose en el balcón y salir también
andando con una serenidad propia de personajes superiores. Le dio Castaño una
tanda buena casi en los medios para después dejar incierta su capacidad para
torear. Se fue descolocando del sitio y del remate y dejó inédito al cuadri de alguna faena. Dio Castaño una
estocada atravesada y caída perdiendo el engaño y el animal se llevó al
desolladero algunas palmas.
Después de evidenciar que la cuadrilla de
Castaño resuelve con mucha profesionalidad la embarazosa papeleta de lidiar
toros con fuerza y casta, difíciles o imposibles la mayoría de las veces, quedaba
demostrado por lo mismo que no todo el mundo puede realizar este trasteo porque
no está preparado, o acostumbrado. Y las cuadrillas protagonizaban sus
particulares calvarios. Por ejemplo, con el toro que hizo tercero y de una
hondura pasmosa en sus lomos. Muy aplomado resultó desde el principio y a
medida que avanzaba la lidia se transformó en reservón. Los vanos intentos de
Iván García se diluyeron en guirigay, mientras que dejaba muchos intentos por
fuera para matar a la desesperada.
El cuarto salió con la velocidad del
rayo, codicioso, imponente. Tomó de Sandoval la primera vara empujando; en la
segunda quedó reservón; y de la tercera no quiso nada aunque el varilarguero insistió
con la cabalgadura hasta seis veces. El animal desafiante de un principio se
quedó acobardado en tablas durante el tercio de banderillas a que nos tiene deslumbrados
la cuadrilla de Castaño. Los dos hombres ya legendarios, Sánchez y Adalid, se
fueron superando en el riesgo por los adentros en los tres pares que colocaron
magistralmente. Una vez que Castaño arrancó al animal de las tablas, ya casi en
los medios, pudo lucir una tanda medida, envuelta, ligada, para después desaprovechar
las embestidas nobles de un animal atemperado y consentidor. Al diestro de
enormes batallas de otras épocas se le vio con un trasteo poco contundente para
terminar sin sitio y con muchas dudas sobre sus posibilidades. Y después de una
estocada, de perder los trastos y de aguantar como pudo la irresolución de la faena,
irrumpieron dos locos antitaurinos en el redondel exhibiendo una pequeña pancarta
que nadie pudo leer. Estuvieron un buen rato en el otro extremo del ruedo -donde
estaba el agonizante animal y la cuadrilla vigilando sus movimientos y posibles
peligros-, al mismo tiempo que eran desalojados por sus propios miedos y
ningunas actuaciones de los miembros de seguridad.
La lidia del quinto fue un desastre. Los
conocimientos de García, escasos. Las evidencias que necesitan oficio, muchas.
Dejó una cuchillada en los bajos y se acabó con un ejemplar se silueta
imponente y bondad apreciable. Y en el sexto pasó algo parecido, pero más intenso.
Si el animal se quedó crudo fue porque el picador no supo qué hacer y si
desafió al diestro fue porque se creció ante las pocas soluciones de dominio de
Venegas que, aunque el diestro puso mucha entrega y valor, y se jugó la vida en algunos lances. Mató como pudo. Y terminó esta rara tarde de toros de
Cuadri.
Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. 2
de junio de 2014
Vigesimoquinto festejo de la Feria de San
Isidro 2014.
Toros de Cuadri para Javier Castaño, Iván
García y José Carlos Venegas (que confirma alternativa).
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