Plaza de toros de Las Ventas.
Madrid, 15 de mayo de 2013.
Séptimo festejo de la feria de San Isidro.
Séptimo festejo de la feria de San Isidro.
Recuerda a José Mari
Por Paz Domingo
Después de varios intentos se
presentaba en Madrid el hijo torero de Ángel Teruel. El confirmante resultó muy
estético, muy deseoso de realizar un discurso lucido, a veces hasta pulcro en
estas nuevas lides del toreo aéreo, con un animal que se prestaba a esa presunción
sin apreturas en la superabundancia de pases. Recordaba en mucho a la estética
preciosita de José Mari Manzanares, a su admirable facilidad para ejecutar las suertes
sin rastro de incomodidades y desarrollar esa fórmula mágica de la ligazón sin
mandatos que tanto saborea el público, tanto como cuestionan los más aficionados.
Pues bien, parecía el hijo de Ángel Teruel, de igual nombre, una reproducción
del torero alicantino en maneras, en estética, en concepción y en resolución.
Por supuesto, le falta la experiencia para resolver y taparse, el trasiego por
las múltiples plazas y las aventuras en los nudos gordianos de la fama que se gestan
en las agencias de publicidad.
Precisamente, en su segunda actuación,
se le vio la peor de las deficiencias y que es saber solventar como se pueda.
El animal fue tan descastado como mansurrón, pero en definitiva tenía su lidia
y su sujeción. Pues ni lo uno ni lo otro. Al aspirante a figura del toreo le
desbordó la complicación que significa la práctica aunque se le agradeció que no
traspasara la frontera del ridículo escénico con recurrentes desplantes de
ferial cómico.
La tarde estaba entregada a Miguel
Ángel Perera. Muchos aseguran que ha vuelto por sus fueros de otros tiempos. Afirman
que realizó el toreo de profundidad. También dicen que fue una faena intensa.
Bueno, pues con todas las precauciones del mundo, parece que no fue para esta
ponderación. Quedó el maestro arrollado en el primer tercio por un error suyo
de apreciación cuando, a la manera funcional, esperaba zafarse echando al
novillete de hechuras a las afueras con el capote al bies. Todo el mundo comete
errores y sufre accidentes, pero los de Perera en este atropello no fueron por
adelantar pierna con intención de parar la embestida y mandarla. Se
hizo un ‘autoquite’ dejando al público entregado por tan poderosa heroicidad.
Y aconteció el éxtasis alucinatorio.
En mi visión ilusoria se sucedían imágenes deformadas. Al animal le tenía por
una hermanita de la Caridad tan bien educada y encantadora como las damiselas
coquetonas, vivaces y sin conversación arriesgada. Veía a un hombre descomunal
en altura que se superponía a un ser muy inferior. Reconocía a un personaje fuera
del hilo argumental de la verticalidad; sin hazañas; ceñido al milímetro en la
rutina; nunca intentando penetrar en los centros terrenales; ejecutando el
chotis hacia atrás con pierna mecánica; incluso sin creerse la felicidad que
produce tanto destoreo robótico.
La estocada cayó tendida y muy
trasera. Pero el hombre se trasfiguró en un dios para dejar perplejo a todas
las deidades que desde el Olimpo taurómaco juegan con los designios taurinos y,
muy celosas las omnipotencias en la materia, le dieron un empujón en el trasero
al moribundo animal para levantarle como un Neptuno emergente de las aguas.
Allí quedaron ambos, aumentados en mundos oníricos: el hombre con una oreja
como triunfo y el buenazo del toro escondiéndose para que no le usurparan la
otra.
Pues lo mismo, según mi modesto
entender, realizó al segundo de su lote. El horno estaba dispuesto para toda la
bollería de un día de feria, pero el toro no era tan buen bailarín, la masa se
puso algo dura y el maestro repostero se quedó con la merienda a medias que,
aunque le satisfacía, le supo a poco.
Castella estuvo en lo suyo. Es
decir, en esa manera propia tan fría, mecánica, ininteligible. Le tocó el peor
lote, es cierto. Pero con este torero es muy complicado averiguar si el
resultado obtenido, siempre el mismo, es consecuencia de sus mecánicos empeños
en las faenas o sus idénticos planteamientos para comenzarlas, desarrollarlas y
concluirlas. Esto tendrá mérito, incluso algunos se lo valoran enfáticamente, y
seguirán haciéndolo, porque el diestro, aun a pesar de haber cambiado de
repertorio relgando los estatuarios iniciales, que ya cansaban en exceso, pues
ahora le da por preparar la faena en el centro del ruedo -sin contar si la plegaria
se la ofrece a la Inmaculada o san Antón-; porfía en los parones encimistas
desde el segundo cero; echa el toro a las afueras a base de tirones; y sucede
tandas idénticas en variedad y reconocibles en aburrimiento.
Plaza de Las Ventas. Madrid, 15 de
mayo de 2013.
Festividad de San Isidro Labrador, patrón de Madrid.
Festividad de San Isidro Labrador, patrón de Madrid.
Presidente del festejo: Trinidad
López-Pastor.
Toros de Alcurrucén: De muy justa
presencia. Bajos de agujas, con pitones de los que crecen enfundados, y con una
casta funcional: sosa, insulsa, colaboracionista en el recorrido giratorio.
Algunos parecían que eran mansos pero poco importa si lo eran porque tanto
anodino comportamiento confunde a cualquiera. A ninguno se le dio una vara en
condiciones ortodoxas. Bueno, ni de las otras tampoco.
Sebastián Castella: pinchazo (en
realidad metisaca para rectificar) y estocada (silencio); pinchazo, bajonazo,
aviso (silencio).
Miguel Ángel Perera: estocada trasera y muy tendida (oreja); estocada trasera y caída, rueda de peones (ovación y saludos desde el tercio).
Ángel Teruel: -en el toro de su confirmación- estocada casi entera, algo contraria, petición de oreja sin unanimidad (ovación y saludos desde el tercio); pinchazo hondo y descabello (silencio).
Miguel Ángel Perera: estocada trasera y muy tendida (oreja); estocada trasera y caída, rueda de peones (ovación y saludos desde el tercio).
Ángel Teruel: -en el toro de su confirmación- estocada casi entera, algo contraria, petición de oreja sin unanimidad (ovación y saludos desde el tercio); pinchazo hondo y descabello (silencio).
Un par de notas. Buenas actuaciones
de Javier Ambel (de cuadrilla de Castella) y de Joselito Gutiérrez (de Miguel
Ángel Perera) en el tercio de banderillas al 2º y 3º, respectivamente. Parece
que los veedores de la plaza madrileña están haciendo un trabajo de reconocimiento
y selección en las dehesas bastante parejo y ajustado porque todos los animales
que aparecen por chiqueros salen en la misma proporción, comodidad de
hechuras y comportamientos colaboracionistas.
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