jueves, 20 de mayo de 2010

Amantísima Dolly

Cada oveja con su pareja
Anda el mundo científico, experto en experimentos clónicos, muy emocionado porque parece que han traído a este universo mediático un becerro de nombre Got. Este animalito indefenso, de apenas unas horas de vida, pasará al historial impulsor de fenómenos probatorios y experimentales del ser humano y su propio reto desarrollista. Mucho se hablará de este avance, pero la noticia del día no aclara nada sobre el peculiar método de selección, y en el que se fundamenta la razón de ser de la crianza, selección y consecuencias del ganado de toros de lidia.
Y todos los análisis se están perdiendo en fantasías. Todos los artículos sobre el tema quieren dejar claro que la cuestión de crear un ser igual genéticamente a otro, no significa que su comportamiento lo sea, pues depende de muchas posibilidades ambientales, que aunque son idénticos, sus estados de actividad (epigenética) siguen cursos propios en cada individuo.
Dicho en Román paladín: Son, pero no son iguales. Entonces, si no pueden demostrar que sus comportamientos son idénticos, como su genética, ¿para qué molestarnos en clonar todos de lidia, precisamente el único animal que justifica en su razón de ser el carácter individual, el temperamento y el cuidado meticuloso desde millones y millones de genes antes de su gestación?, si algunos genes pueden ser influenciados por otros, incluso por factores externos ¿para qué servirá gastarnos 35.000 euros por cabeza (de toro), pudiendo clonar angulas a mogollón, que son igual de caras, y darnos un homenaje transgénico a nuestro cuerpo privilegiado e influenciable?
Unos hablan de incógnita. No sabemos si afectará a la bravura, o a la casta -dicen- aunque sí parece que lo es a las fuerzas y a las edades. Muchos están dándoles vueltas al asunto, y dejan en un absurdo las disyuntivas científicas. Los que argumentan que el reto está en averiguar cómo influirá esta conquista clónica en el fundamento de la selección y crianza del toro de lidia, en sus características morfológicas y, sobre todo temperamentales, es que creo que su epigenética no está disponible.
Veamos. Se da la circunstancia de que se llevan clonando toros desde hace tiempo en los laboratorios de ganaderos que eligieron tipo, hechuras, pelo, alzada, pezuña, cornamenta, ojitos lindos, las fuerzas gustas para que son se deslomaran, que aguantaran un puyacito de trámite, que fueran borreguitos pastueños en acometividad, que parecieran toros. Y no se habló de bravura. Ni de casta. Ni de encastes propios. Y hubo algún ganadero que obtuvo éxitos sonados con los experimentos, y exportó la materia clónica –con precio de angulas-, pero desnaturalizada por los “estados de actividad”. Se empezó la comercialización arrasando el auténtico material genético de un solo toro, sustanciándolo en millones a partir de una célula clonada, que se fusionó con estímulos de cargas eléctricas con un óvulo enucleado, y el preembrión empezó a dividirse en cigoto, después en mórula y después en blastocito.
A estas alturas, por estos ruedos de la geografía taurina salen verdaderos toritos clonados. Muchos. Muchísimos. Todos. Si quieren saber cuál va a ser el temperamento de Got, no hace falta que le cuiden a cuerpo de probeta en dehesas hermosas. Recorran los sitios donde hay millones de toros transgénicos, y verán que la bravura les importa un carajo, que la casta lo mismo, y que las diferencias entre los individuos de materia genética y científica, son exactamente iguales. Tan iguales, que no se distinguen. Se ha difuminando su esencia, haciendo creíble, e identificable, esta chapuza. Si los científicos de la Universidad de Valencia quieren campo de investigación, busquen en sentido contrario. Busquen la solución para deshacer la clonación de muchas generaciones de la cabaña brava. Ahí tienen terreno, retos científicos y un gusanillo personal, y hasta profesional, precisamente por tanta ingerencia, intervencionismo e intrusismo que los ganaderos espabilados utilizaron y usaron para crear y mutar en porquería un maldito día de avance científico.
Dicen los analistas acreditados que Got no es un argumento por la clonación masiva de toros de lidia, pues aseguran que la oveja Dolly abrió una posibilidad inmensa a los retos del hombre para hacer un mundo de soluciones, y que por tanto no hay que alarmarse por estos descomunales desafíos. Estos chicos de bata blanca son buenos chicos, muy inteligentes, pero no han salido jamás de los laboratorios, ni para ir a los toros. Si lo hubieran hecho, allí mismo se descorazonan. Empiezan a ver borregos clonados a mogollón de la dócil y amantísima Dolly, con retórica efectista de simulacros defensivos, de estética inquietante, y se les cae el mundo encima, con preguntas clónicas: ¿quién soy?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?

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