miércoles, 25 de junio de 2014

Sobre plazas y acontecimientos de toros en Granada




Historias de aquella plaza de toros alhambreña
Los estudiosos Alcantud y Rozúa enseñan la existencia de un coso de madera ubicado en el palacio árabe a principios del siglo XIX

Granada tiene una plaza de toros de estilo mudéjar, como no podía ser de otra manera. Se realizó su construcción por iniciativa popular y arquitectónicamente fue puesta en pie por la pericia del arquitecto Ángel Casas en 1928. Heredaba el nombre -Real Maestranza de Caballería de Granada- del anterior coso que se había consumido bajo el fuego en el amplio solar de la actual Plaza del Triunfo. Este paraje hermoso que es Granada, enclavado entre corrientes de agua que descienden voluptuosas abultando la contención de sus paredes verticales, calcáreas y rojizas, no fue nunca ajeno a la fiesta de correr toros -y correr cañas- pues “gozaba de una gran popularidad y servía para subrayar la celebración de cualquier solemnidad”, como sostiene Inmaculada Arias Saavedra en su estudio La Real Maestranza de Granada y las fiestas de los toros en el siglo XVIII.

Esta historiadora habla de dos puntos neurálgicos, aunque no fijos -la plaza de Bibarrambla y el Campo de los Mártires, junto al Generalife-, donde se alanceaban toros y se practicaba el rejoneo en el siglo XVII, hasta que los mismos nobles fundaran en 1686 la Real Maestranza de Caballería. El toreo a caballo había experimentado entonces cierta decadencia, pero en 1725 los festejos taurinos resurgían ya que los distinguidos promotores obtuvieron privilegios para la organización de los espectáculos, y que a partir de 1739 se realizan con regularidad. Alentados los maestrantes granadinos por la construcción de plazas de maderas de emplazamiento fijo como Sevilla y Madrid, decidieron poner en marcha su construcción en la Plaza del Triunfo pues hasta la fecha de 1768 –en que fue inaugurada, incluso con considerables oposiciones al respecto- se montaba y desmontaba un coso de madera puntual a los espectáculos en las inmediaciones del puente del Humilladero, junto al río Genil y el paseo conocido como de la Virgen.




En este fabuloso recorrido de la fiesta de toros granadina a lo largo del siglo XVII y XVIII Inmaculada Arias de Saavedra asegura en su estudio que el coso de madera en la plaza del Triunfo “sería el único existente en Granada hasta su destrucción por un incendio en 1876”. Sin embargo, tras esta afirmación ha salido un estudio que aclara y matiza que en la capital andaluza sí se dieron festejos con toros de muerte con carácter fijo, aunque la aventura durara apenas cuatro años. Los matices los exponen José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa en el número 34 de la Revista de Estudios Taurinos -en la tesis Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural- y se hacen relevantes porque demuestran que hubo otro espacio para realizar celebraciones con toros, que estuvo ubicado en el bello palacio árabe, que tenía forma cuadrangular y era de madera y que lo construyó el maestro de obras del recinto mudéjar Thomás López Maño.

La importancia de la tesis de González Alcantud y Barrios Rozúa consiste en aportar el motivo para el que estuvo justificado este coso y que se fundamentaba en la recaudación de los festejos para después reinvertirla en las obras de restauración de la Alhambra. Así lo explican: “El gobernador de la Alhambra renovó en solitario en 1800 la propuesta de celebrar corridas para recaudar dinero y fue aceptada, probablemente porque los temporales habían agravado el estado de la ciudadela”. Esta noble iniciativa no estuvo exenta de presiones por parte de los miembros maestrantes y las instituciones religiosas y locales que también promovían este tipo de festejos para recolectar fondos y, sin embargo, estuvo en pie desde 1800 a 1804, tres meses antes de que la Real Cédula de Carlos IV (febrero de 1805) prohibiera “absolutamente en todo el Reino, sin excepción de la Corte, las fiestas de Toros y Novillos de muerte, mandando no se admita recurso ni representación sobre este particular.”







El ruedo situado en la Plaza de los Aljibes, paralelo al palacio –y no en el interior circular como sería previsible imaginar-, se estructuraba de manera cuadrangular, “con las esquinas achaflanadas y cerrado por una barrera”, con dos cuerpos y con la peculiaridad de que el segundo no se elevaba “finalmente en el costado oriental para evitar que la plaza ocultara la fachada del palacio” de Carlos V. “De esta manera la fachada principal del palacio carolino quedaba despejada y desde sus balcones se veían perfectamente las corridas. En el centro de uno de los lados de la plaza estaba el balcón de mando”.

A continuación, se recogen algunos párrafos de este revelador estudio de la plaza de toros de la Alhambra, mezclados con un reportaje gráfico del actual ruedo granadino de estilo mudéjar, como no podía ser de otra manera, realizado el año pasado durante una visita guiada. 





“La popularidad de las corridas tenía una componente no solo pasional sino igualmente material, como demuestra sus pingües beneficios. Lo vemos reflejado en Granada, sin ir más lejos: en esta ciudad sólo el alquiler de las ventanas que daban a la plaza de Bibarambla producía tales cantidades que cuando se suprimía una corrida, como en 1747, quienes perdían tan suculentos beneficios pleiteaban” (…) A la vista del negocio creciente los nobles decidieron intervenir. En Granada la Real Maestranza recibió el privilegio de celebrar corridas en la ciudad, o mejor dicho extramuros de la misma”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.






“Durante veinte años la plaza de la madera de la Maestranza estaría extramuros de la ciudad, al igual que la definitiva construida también en madera en 1768 en el campo del Triunfo”. Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.





“Entre 1740 y 1756 se alternan los permisos y las prohibiciones para celebrar corridas en La Alhambra, todo relacionado con las necesidades culturales de las hermandades existentes en la misma o más frecuentemente con la conservación, y también con prohibiciones generales como la de 1754. No podemos dejar de hacer notar que la Alhambra mantenía una autonomía, o independencia jurisdiccional, frente a la ciudad de Granada, con su propia alcaldía y gobierno”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.

 

“La división de opiniones en el seno de la Iglesia católica a propósito de la licitud de las corridas de toros era antigua, afectando al propio papado, habiendo dado lugar a lo largo del tiempo en su seno a una oposición en su seno a una oposición entre taurófobos y taurófilos (Pereda, 1945)”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.




“A estos problemas hubo que añadir otros, que indican en sí mismos la preocupación por la conservación monumental en cuanto tal. (…) Pero la Alhambra tenía necesidades imperiosas ligadas a su deterioro y subsiguiente conservación…” Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.





“En 1795 el deterioro era tan acentuado y los recursos tan escasos que el gobernador, Francisco González Mojena, solicitó permiso para celebrar corridas de toros… El recurso de las corridas estaba encima de la mesa de los corregidores y gobernadores para sostener las necesidades del urbanismo y ornato públicos".
 
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.




“Contra toda lógica de fundamento analógico, las plazas alhambreñas fueron cuadrangulares, como las del resto de España, en lugar de redondas, como parece invitar la circularidad del patio del Palacio de Carlos V. El gobernador de la Alhambra renovó en solitario en 1800 la propuesta de celebrar corridas para recaudar dinero y fue aceptada, probablemente porque los temporales habían agravado el estado de la ciudadela”. (…) No se trataba de competir con el coso granadino, regentado por la Real Maestranza, más estable, sino de elevar una estructura económica que pasados unos lustros, los necesarios para restaurar la ciudadela y sus murallas, pudiera desmontarse liberando a la Alhambra de su presencia, ya que no se consideraba natural su emplazamiento en el recinto. El autor del proyecto presentado fue Thomás López Maño, maestro de obras de la Alhambra desde 1782”. Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.

 



"La plaza, anfiteatro o circo, que de las tres maneras es denominada en la documentación, era un rectángulo, casi cuadrado, con las esquinas achaflanadas y cerrado por una barrera, circundada por un “callejón de inter barreras” y finalmente el graderío de dos cuerpos de alzada, el primero inclinado –o “graderíos de subir”- y el segundo cubriendo la mitad superior del primero. El segundo cuerpo tenía las llamadas “ventanas o tertulias” –también se denominará este espacio como galerías-, con suelo plano. Este cuerpo no se elevaría finalmente en el costado oriental para evitar que la plaza ocultara la fachada del palacio. De esta manera la fachada principal del palacio carolino quedaba despejada y desde sus balcones se veían perfectamente las corridas. En el centro de uno de los lados de la plaza estaba “el balcón de mando”.

Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.



“La construcción de la plaza de toros de la Alhambra indignó tanto al Ayuntamiento como a la Real maestranza, que tenían privilegios en la celebración de corridas, internas y externas a la ciudad”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.




“La estructura levantada en 1800 era tan endeble que necesitaba continuos reparos”. Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.
  



“A la Alhambra le fueron concedidos el 18 de abril de 1800 “espectáculos de corridas de toros encaromados, volatines y fuegos artificiales”. Los espectáculos incluían “toros de muerte”. La real orden concedía seis u ocho corridas de toros al año, para la conservación de la Alhambra, aunque se harían más”.
Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.

 



“Corridas de toros, novilladas, rejoneo y toros embolados se celebraron en la plaza de madera instalada en la plaza de los Aljibes desde el 8 de julio de 1800 hasta diciembre de 1803; se celebraron espectáculos taurinos casi todos los meses, estando a veces acompañados por castillos de fuegos artificiales. En enero de 1804 los espectáculos cesaron y el 5 de octubre de ese año las autoridades de la Alhambra tomaron la decisión de desmantelar la plaza y vender sus materiales. El 27 de febrero de 1805 se hizo inventario de materiales y en los meses siguientes la desmanteló el carpintero Luis del Águila. El fin de las corridas de toros quedó certificado en 1805 por una Real Célula que prohibía una vez más los toros en España, por lo cual la mayor parte de los lidiadores andaluces de toros fueron licenciados. Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.



“La restauración de la Alhambra con el producto de las corridas de toros ofrece un balance algo decepcionante. Esto nos lleva a plantearnos una pregunta: ¿tan poco dinero se recaudó pese al elevado número de corridas de toros y novillos celebradas? Revista de Estudios Taurinos. Nº 34, Sevilla, 2004. Toros en La Alhambra entre la conservación monumental y la metáfora cultural, por José Antonio González Alcantud y Juan Manuel Barrios Rozúa.

jueves, 19 de junio de 2014

Los toros y la Corona, por ejemplo









Los Príncipes de Asturias en la corrida de Beneficencia de 2009. Fotografía de Bernardo Pérez.

Fiestas regias de ayer y hoy
Puntos de encuentros para un rey coronado; un príncipe destronado y un espectáculo relevado

El día de hoy, 19 de junio de 2014, será un momento histórico porque el acontecimiento de la coronación de Felipe VI como Rey de España lo requiere y porque de paso se elevará sobre aquellos otros sucesos que se han cruzado en el camino. Si se de eventos taurinos se trata, cabe certificar dos cosas. Uno; que los fastos regios de proclamaciones y coronaciones -en definitiva las “fiestas reales” como las explicó a sus ingleses compatriotas el hispanista Richard Ford en su viaje por la España isabelina y borbónica – son conmemoraciones ahora contenidas  y, por supuesto, por primera y explícitamente sin reminiscencias toreras para fabulosos fastos “del trono y del altar”. Dos; que el príncipe del toreo, soberano proclamado por la masa codiciosa de emoción y misterio, juzgado representante dominante, aclamado como redentor de las miserias taurómacas, el príncipe sucesor de antiguas tauromaquias, el soberano José Tomás ha quedado escondido bajo los inciensos de su abultada fama y ante el advenimiento de su torero en tierras granadinas, y quién sabe si destronado de la gloria que le mantuvo férreo como caballero andante en la siniestra ínsula Barataria.

Se ha perdido una gran oportunidad de revestir dos "hechos históricos” de la pompa esplendorosa que da el Corpus en uno de los tres jueves más relucientes de todos aquellos que se puedan buscar en un calendario ahora diseñado para no ofender. No habrá retos de caballeros en la plaza engalanada. No se darán toros a mayor gloria soberana. No se ha permitido que el populacho se recree en ritos sanguinarios. Y posiblemente por primera vez, en un momento único en garantías políticas, legales y constitucionales dentro de la historia de este apasionado país, en los tronos y en la fiesta ancestral, no se contará con una corrida para echarse a la boca mientras la corona cae pesada sobre unos hombros que contrapesan legados y modernidades. La fiesta de ayer y hoy es una sola, como hace más de siglo y medio lo percibiera Richard Ford con ese escepticismo que por igual vapuleaba el barbarismo y admiraba su singularidad, aunque fuera cínicamente. Este viajero suspicaz, bien educado en las formas más exquisitas, ya intuyó que ambas fórmulas atávicas y hereditarias, cetros y toros, que igual destruyen banderas como levantan exaltaciones, “están condenadas a morir juntas”. Ni a la primera la salvarán las contenciones, ni a la otra las revoleras de salón.

“La expulsión de los moros y la consiguiente disminución de los hábitos caballerescos, hizo que estos torneos cayeran en desuso. A la gentil Isabel I le disgusto tanto la fiesta de los toros que vio en Medina del Campo, que hizo todo lo posible por prohibirlas; pero fueron inútiles sus esfuerzos, porque la fiesta y la monarquía estaban condenadas a morir juntas”.

Las cosas de España, Richard Ford. Ediciones Turner, 1988, Madrid.

Hoy, en este día histórico, no hay sitio para pan y toros. Nada se sabe de héroes, epopeyas y fracasos futboleros. Ni una palabra para ruedos lejanos que en cualquier otro momento hubieran abierto telediarios y cerrado viejas Españas. Nada de José Tomás, de sus extraños fantasmas, de sus vastos imperios porque en este día se nos antojan lejanas las viejas glorias que inflamaron ardores. Poco ruido se oye fuera de la Corte, más allá de las estridencias de los cortesanos, de congestionados besamanos. Tampoco suenan desde hace semanas los clarines que anuncian los sucesos toreros en la bella Granada más allá de las ofertas culturales de las multinacionales del turisteo. Todo parece escondido. Quizá, trastocado. Incluso, sujetado a propósito para no morir de éxito, que no de cornada. Parece sin más que José Tomás I, elegido sucesor plebeyamente al trono de la fiesta de España también tiene ya su particular ceremonia de remplazo en los exaltados ánimos de sus súbditos, del mismo modo que el soberano instauró un reinado privado hace tiempo -en el que rigió plácidamente- y que ahora es tornadizo por un relevo generacional.

Todo es cambiante. Todo se vuelve rápido. Todo se desea moderno. Todo se confunde entre sonoras abdicaciones y sucesiones que hacen escribir la historia al antojo del que más litiga. Pero, no nos confundamos. Richard Ford no lo hizo, por ejemplo. Y si dos eran dos y un solo Dios verdadero, así es esta España con sus toros y sus reyes, con sus fastos y sus requiebros en privado, con sus capotes y sus báculos. Para quién crea en un rey: ¡Dios salve al Rey! Para quien crea en los toros: ¡Dios salve la fiesta! Para quien sea mortal: ¡Dios nos salve a todos!

Es una idea vulgar, y muy equivocada, que en España hay tantas corridas de toros como bandidos; es precisamente lo contrario, porque puede decirse que son consideradas como el placer estético más refinado, una cosa semejante a la ópera italiana en Inglaterra, y ambos son espectáculos bastante caros; (…) Por esta causa las corridas ocurren, como las apariciones celestiales, pocas veces y muy separadas; se reservan para las fiestas principales del trono y del altar, para la verdadera devoción de los fieles en los días de los santos patronos y de la Virgen, y también de los acontecimientos de la Corte, como bodas de los reyes, coronación, etc. (…)

Las cosas de España, Richard Ford. Ediciones Turner, 1988, Madrid.


martes, 17 de junio de 2014

La mirada torera de Chambi



Martín Chambi sigue recorriendo la geografía española con sus fábulas visuales del deslumbrante mundo peruano. Un viaje mítico que emprendiera hace casi un siglo el artista andino y que más tarde reavivara el fotógrafo Castro Prieto en una edición llamada Perú, viaje al sol (2001). Así surgió esta fusión de tiempo y artistas en los mismos escenarios y que desde hace dos años camina segura por la multiplicidad de puntos cardinales españoles patrocinada por DKV Seguros. Este verano se pasea por Valencia y estará expuesta en el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad hasta el 6 de julio. Para los amantes de la fotografía es una cita obligada; para los aficionados al mágico mundo cultural y taurino es una curiosidad, además de un lujo, contemplar  la mirada torera de Chambi y Castro Prieto en algunos de estos maravillosos retratos. A continuación dejo el texto que publiqué el 7 de mayo de 2013 –sobre la misma muestra que se expuso entonces en Almería- en el blog del diario EL PAÍS  Primer Aviso y que ahora reproducimos a continuación. 


La mirada torera de Chambi
Paz Domingo / 07 de mayo de 2013

Señorita torera. Señorita torera, de Martín Chambi. Cuzco. 1932.
La imagen se encuentra dentro de la exposición Perú. Chambi-Castro Prieto en el Museo
Valenciano de la Ilustración y la Modernidad.


El interés por Martín Chambi (Coaza, Puno, 1891 - Cuzco, 1973) sigue palpitante. Buena prueba de ello es el éxito de la muestra fotográfica Perú. Martín Chambi–Castro Prieto, patrocinadapor DKV Seguros, que recorre ambiciosamente la geografía española. Más de cien imágenes hacen parada durante estos días, y hasta el 6 de julio, en el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad. Es el antes de Chambi y el después de Juan Manuel Castro Prieto, quien regresó a los escenarios cuzqueños para plasmar, casi un siglo después y en color, el extraordinario plan documental del maestro peruano en el libro Perú, viaje al sol (2001). Entre las fotografías expuestas se encuentran tres ejemplos del microcosmos de la fiesta de los toros, aquella que llegó a América aparejada con la colonización española. Éste es un guiño torero para los aficionados a la fotografía y a la tauromaquia, aunque represente un granito de arena dentro de la pintoresca obra de Chambi, y que se recoge junto a estas líneas. También, es un particular homenaje al artista trasnacional en el cuarenta aniversario de su muerte. 



Corrida de toros en Chumbivilcas. 1945. 
Corrida de toros en Chumbivilcas. De Martín Chambi. 1945.



Plaza de toros de Santo Tomás. Chumbivilcas, 2009. 
Plaza de toros de Santo Tomás de Chumbivilcas, 2009. De Castro Prieto.

¿Quién no reconoce la mirada universal de Martín Chambi? ¿Quién no sabe de este fotógrafo indígena que nos regaló el fabuloso legado antropológico de los Andes peruanos de principios del siglo XX? ¿Quién no se conmueve ante la profundidad de sus retratos y paisajes; ante la seducción de la luz en sus imágenes; ante la contundencia de sus matices en blanco y negro? Serán pocos quienes no retengan en su memoria su grandioso imperio cuzqueño, aquel mundo elevado en las alturas y que flota entre contrastes criollos e indígenas.

“La obra fotográfica de Chambi y su sensibilidad artística despiertan admiración en los hombres de tiempos y culturas”, asegura el biógrafo y estudioso del artista peruano, Andrés Garay Albújar, en el prólogo del libro homenaje Martín Chambi y publicado dentro de la Colección Maestros de la Fotografía por Tf  Editores en 2005.  Esta sugestión que provoca Chambi se debe, según reitera Garay Albújar, a la intuición de un hombre humilde que supo hacer una extraordinaria “síntesis de todas las partes involucradas en el fragmento de la humanidad que le tocó vivir”.  Mientras, el fotógrafo contestaba a esta cuestión en una lejana entrevista: “Me siento un representante de la raza, porque ella habla en mis fotografías”.

Nunca perdió Martín Chambi el planteamiento documental y artístico con el que estampó toda su obra retratista y paisajística. Su objetivo, según concluye Garay Andújar era “dar a conocer a personajes como sujetos fotográficos” y para comprenderle “hay que entender la íntima unión entre el individuo, su quehacer cotidiano y su entorno social, cultural y geográfico”. El compromiso sencillo de este hombre intuitivo sorprendió al mundo con la espontaneidad de su aventura personal que surgió de las raíces en una aldea remota del extremo andino y concluyó estéticamente en un soberbio pictorialismo.

Autorretrato de Martín Chambi realizado en la década de los años veinte.

En estos últimos años se han realizado en España varias exposiciones del maestro peruano. La primera retrospectiva tuvo lugar en Madrid en 1990 por iniciativa del Círculo de BellasArtes. El encargo de seleccionar el material correspondió a Juan Manuel Castro Prieto (Madrid, 1958) quien se traslada a Cuzco, junto a Juan Manuel DíazBurgos, para recopilar una selección del inmenso legado que Chambi acumuló, gran parte aún en placas de vidrio. Después, Castro Prieto, abordaría el gran proyecto de capturar las mismas instantáneas que realizara Chambi ochenta años atrás. Así surgió el libro Perú, viaje al sol (2001) que daría paso a abundantes exposiciones internaciones y nacionales. 

No se pretende hacer un recorrido por el legado tan fabuloso de Martín Chambi, un tratado infinito de intuición, genialidad, tiempos y espacios. Es sencillamente un homenaje al maestro que “desnudó toda la complejidad social de los Andes”, según definió Mario Vargas Llosa; a la sencillez de su retrato; a la generosidad de los paisajes elegidos que empequeñecen el mundo; a las costumbres compartidas; al pasado y al presente que permanecerán unidos por un artista genial.   

La exposición se ha realizado en el Castillo de Santiago en Sanlúcar de Barrameda (febrero de 2012); en el Palacio de Exposiciones y Congresos de San Fernando (abril de 2012); en el Claustro de Exposiciones de Cádiz (julio de 2012); Museo Pablo Gargallo de Zaragoza (noviembre de 2012); y Centro Andaluz de la Fotografía de Almería (mayo de 2013).