miércoles, 18 de diciembre de 2013

Carta a un amigo



Hay dos mundos ¡dos!
(Advertencia al aficionado ilustre en forma de epístola)

Querido amigo:

Espero que al recibo de la presente te encuentres bien. Yo voy tirando, gracias a Dios. Aprovecho estas líneas para ponerte al corriente de cómo van las cosas, pues sé de tu interés por conocer lo que pasa a este lado del mundo. Nada parece arreglado después de que el año taurino concluyera. Esta temporada iba a ser la catalizadora de la crisis en el sector taurino y al mismo tiempo debía convertirse en la restauradora de la confianza para este espectáculo con certificado de decadencia. Todos los sectores implicados en el estamento estaban pendientes de lo que sucediera en Madrid para configurar su agenda. Y lo que sucedió es nada, nada nuevo que no ocurriera en las últimas ediciones, nada que haga pensar en sinceras intenciones para regenerar la fiesta de los toros y encauzarla hacia el espectáculo veraz, auténtico y hermoso que debería ser.

Como ya te has enterado, en la cruda travesía -taurina y políticamente hablando- se fueron dando traspiés considerables, tan mediáticos, tan políticos y tan peligrosos como la tapadera de la plaza que se hundió antes de su implantación; la iniciativa legislativa de bien de interés general que traspasó los ritos congresuales para convertirse en panfleto de reivindicaciones universales; o las indefiniciones ministeriales que jugaron a ‘quién pertenece a quién’; o el fracaso de todas las ferias, de todas sin exclusión; o la búsqueda de algún toro descomunal que dicen salió en algún ruedo del sur francés; o las nuevas asociaciones de figuras de toreo que quieren poner una pica en Marte mientras juegan al golf en Sotogrande; o los movimientos políticos salidos de no se sabe qué administraciones para ponerle cuentas a los dineritos del sector, drama a la crisis ganadera y persecución del fraude a las impolutas arboladuras bovinas. La pérdida de crédito en el espectáculo de los toros está haciendo más daño que cualquiera de las prohibiciones más sanguinarias, pues ha dejado al descubierto su desamparo, o lo que es lo mismo, la necesitad de una intervención traumatológica debido a una fractura medular.

Los neurocirujanos encargados de diagnosticar el alcance de la lesión estimaron que lo primero, y más urgente, era la inmovilización del paciente. Y así se hizo. La ausencia de iniciativas reformistas no ha tenido lugar. Las asociaciones de ganaderos de reses de lidia no han puesto en marcha una autoevaluación de emergencia, ni tan siquiera un análisis serio de las funestas consecuencias de la explotación intensiva de animales descastados, de la superpoblación de material unigenético inservible y de realizar trasplantes con células madre para recuperar la esencia antes de que el cáncer sea incurable. Y de pérdidas de encastes, mejor ni hablan. Además, -como ya habrás comprobado- está el juego súper vistoso de los mandamases del escalafón torero que reclaman café para todos pero se pelean por los azucarillos; los mismos empresarios de las mismas plazas que ponen sus reales sobre la mesa a garrotazo limpio y político; los garantes de salvaguardar la integridad del espectáculo han desaparecido del mapa, que no de la comedia; los posibles denunciantes de esta impostura convocan ruedas de prensa para departir sobre los colores que mejor favorecen al traje de luces; los responsables políticos han tomado placebos para paliar el dolor del enfermo crónico elaborando un metódico plan a base de calmantes cuya efectividad no va más allá de la relajación; y así, todo de vicio. De puro vicio.

Como ya sabes, en este mundo enviciado hay algunos que mantenemos la afición, o lo intentamos, cuando el tornado se ensaña sobre nuestra cabeza y tiene categoría de huracán. Bueno, no es nada nuevo, por otra parte. Tú mejor que nadie puedes responder por este temperamento que nos lleva a la dicha y a la amargura. Es verdad, sé lo que estás pensando, que también somos honrados, bondadosos y hasta caritativos con este bochornoso, indecente y corrompido simulacro que nos venden por fiesta de los toros. Y bien caro, por cierto. Para que te enteres de buena mano, aquí la gente ya no se mata por conseguir un abono en Las Ventas. Más bien, el problema era colocarlo si lo renovabas y ya hay muchos que han decidido cortar por lo sano. Bueno, ni abono aquí, ni en ningún otro lugar, ni tan siquiera les interesa ya la retrasmisión de la telebasura. Puedes imaginarte muy bien, que a estas alturas del año esté pensando en el siguiente, en qué demonios me saldrán de las entrañas cuando a la vuelta de la esquina tenga que pasar por taquilla. Mejor ni pensarlo. Igual para entonces los poderes de la mercadotecnia se han impuesto, deciden por mí, me lo ponen fácil, hacen realidad mis sueños, y me regalan con el paquete taurino un ipad mini; o un crucero por las islas Barbados para dos personas en régimen de todo incluido; o convertirme en accionista mayoritario de la empresa turística organizadora de las tournées taurinas  por las placitas francesas y, a ser posible, también en régimen de todo lo güeno y nada implícito.

Mi querido amigo, siento envidia de tu soledad remota; de tu silencio provocado; de tu alejamiento alimentado. Eso sí que es jugarse la afición a una sola carta. Te pido miles de excusas por no escribirte a menudo pero ando buscando alguna gruta en la que guarecerme y tomar fuerzas. Te deseo siempre lo mejor, ya sabes, esas crónicas de siglos pasados, esas historias ancestrales que hablaban de plazas, aficiones, toros y toreros. Aprovecha para tomar las aguas cálidas en alejados paraísos meridionales y no te preocupes de cómo encontrarás esto a tu vuelta. (De todas maneras esto ya no lo reconocen ni los mismos inventores). Que seas muy feliz, tengas insultante salud y no te olvides de esta amiga que tanto te añora. ¡Vivan los toros! (Allá donde estén)      

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