lunes, 3 de diciembre de 2012

El asunto es no mojarse


Parezco tonta. Les cuento. En la noche del domingo las radios taurinas exponían un debate sobre la cubierta, o tapadera, que ya están colocando en Las Ventas, la primera plaza del mundo si de toros se trata. Pues piqué. Me quedé a oír qué pasaba. El argumento, según parecía, era reclamar la opinión de los oyentes sobre la techumbre tan sicodélica y si los aficionados estaban de acuerdo con ver toros bajo tan preventivo armatoste. Todos los testimonios a favor de la plataforma volante se sostenían en que era más cómodo, es decir, que se está más calentito, no te mojas si llueve y permite no perderse las faenas por culpa de las inclemencias del tiempo.
Una servidora, que como les digo, es muy tonta, ha hecho su encuesta particular entre los conocidos más o menos cercanos –taurinamente hablando-. Pues, ¡qué quieren que les diga! Que no hay uno solo de los que me han dicho –verbalmente- que están a favor de este atentado estético y que sean asiduos a las corridas de toros. Es decir, que ven los toros por la tele y muy calentitos desde sus silloncitos. Aunque, eso sí, son muy altruistas con los demás, con los que sí vamos a las plazas, con los que sí pagamos en taquilla, con los que sí tenemos un compromiso presencial y taurómaco. No me digan que no es casualidad, que tampoco conozca a ninguno de todos los personajes sufridores de las “asperezas y molestias de la intemperie” que quieran sobre sus cabezas este insufrible paraguas anti-todo. Anti-estético. Anti-humano. Anti-salubre. Anti-decente. Anti-dos dedos de frente.              
Las respuestas más formidables al respecto no puedo pasarlas por alto. Las mejores, según mi criterio, eran aquellas sustentadas por “los que son de la opinión de” dar una oportunidad a los promotores del invento para saber si funciona. ¡Vaya que si funciona! Ya les digo yo que no hay nada que mejor funcione que un atentado en toda regla. Y si acaso hubiera contratiempo humano, o divino, allí está Dios todopoderoso para crear un nuevo mundo en seis días -sin descando, por supuesto-.
Por cierto, hablando de reglas, nadie -en los programas que me detuve- se cuestionó que las obras de tan generosa iniciativa protectora se hayan comenzado sin licencia; que no exista informe de Patrimonio de la Comunidad para cargarse estéticamente, legalmente y socialmente un monumento por el cual pagamos, demandamos respeto y admiramos para que siga siendo tal y como se hizo antaño; que tan ingenuas mentes crean que esto se hace por nuestro bien, para que los pobres desgraciados amantes de asunto tan anacrónico no nos mojemos. De poco beneficio, señores, nada de nada. De beneficio, todo. A arrasar, que es lo que toca. A reinventarse el Antiguo Testamento. ¡Faltaría más!

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