El pasado día 29 de
noviembre, el Presidente de la Comunidad de Madrid hacía el paseíllo en Las Ventas acompañado de los gestores del coso taurino, varios periodistas y algunos responsables de la empresa que acomete las obras para poner una cubierta al coso taurino. Entre andamios, grúas, grandes amasijos de aluminio,
Ignacio González realizaba un discurso señorial sobre las excelencias que
representa la techumbre desmontable para
que la plaza de toros de Madrid se convierta en “multiusos”. Con todas las
precauciones del mundo, con todas las reservas si es posible- porque de grandes finanzas somos muchos los que pretendemos entender-, me
pregunto: ¿A cuánto está el metro cuadrado de espacio multiuso?, para que se defienda
tan consentida rentabilidad.
Sin embargo, algunas explicaciones
han quedado suspendidas -también en
el aire- en este “proyecto de cubrición del Monumento”, según la definición que
se hace de la grandilocuente obra en la web de la Comunidad de Madrid -en la página de los actos públicos del presidente-. Por ejemplo, el informe que (presuntamente)
debe haber elaborado Patrimonio y que debería ser definitivo para proceder a
cualquier plan de remodelación, mejora o conservación de la plaza de toros, al
tener La Monumental de Las Ventas condición de Bien de Interés Cultural desde
1994, “recibiendo con ello una especial protección”. Dicho informe debería
haberse dado a conocer a los medios, incluso que alguno de los informantes presentes
en el acto hubiera preguntado por él. En el mencionado texto de la página web
se asegura que al proyecto se ha dado el visto bueno porque “respetará la
imagen del monumento”, “que no será visible desde el exterior”, y “no interferirá
en la temporada taurina, puesto que se montará una vez finalizada la temporada
de festejos y se desmontará justo a tiempo para que dé comienzo una nueva. De
esta forma, la Comunidad cumple con las premisas que requiere la condición de BIC”.
La pregunta es: ¿Eso es lo que se considera “protección especial”?
Por tanto, ¿hay, o no hay,
informe de Patrimonio de la Comunidad al respecto? Si lo hay, con las
explicaciones que se hacen en el texto oficial parece deducirse que no se han
encontrado obstáculos que consideraran desfavorable anclar una cubierta de “160 toneladas de peso, 102 metros de diámetro y otros 276 de
altura máxima compuesta por vigas de aluminio y varias capas de lona de PVC que
irán sustentadas en bloques de hormigón” porque “respeta la imagen del
monumento” y es desmontable cuando tengan que darse los espectáculos taurinos. Es
decir, la bula papal que se tendría que pedir para poner un tornillo desde un
andamio colocado a seis metros de distancia para no dañar la estructura de un
monumento BIC, ha pasado a ser un sermón parroquial de misa de ocho. O mejor,
que 160 toneladas de peso van ancladas con una simple taladradora sin percutor
ni vibración. Y más aún, no se sabría si es más preocupante que hayan pasado
por alto la elaboración del supuesto informe o haberlo hecho dando el consentimiento
a la techumbre de aluminio con lonas de PVC de ¡160 toneladas! (También
tendrían que explicar qué es eso de 276 metros de altura máxima, porque seguro
que algún mal pesando ya estará confundiendo la horizontalidad con la
verticalidad, la Torre pendente di Pisa
con la Liberty Enlightening the World).
No superado el escollo
burocrático, se acomete el taurino. El presidente –muy torero, por cierto, ya
que los ‘asuntos taurinos’ han dependido de él directamente en los años que ha
sido vicepresidente- ha asegurado que la cubierta se desmontará cuando empiece
a temporada taurina y volverá a aparecer cuando termine, aunque este arte de
magia se prolongue varios días (alrededor de ocho en ambos sentidos) y omita
–porque no lo ha detallado- cuánto va a costar tales maniobras estructurales.
Si no se desmonta la cubierta durante las ferias importantes taurinas significa
que los empresarios de Madrid pierden la mitad del aforo puesto que la cubierta
está anclada en las últimas filas de los tendidos altos, y deja fuera las
gradas y las andanadas. El asunto a dilucidar sería muy tentador para los
empresarios: Como las entradas y abonos de las zonas altas son las más
económicas, ¿merecería la pena –en euros, claro- proceder a la instalación de
grúas, operarios, camiones, traslados y almacenes en los montajes y desmontajes
tan complicados dos veces al año si fuera más costoso que renunciar a la venta
en taquilla de las localidades mencionadas? La temporada taurina se aseguraría,
insiste el presidente de la Comunidad, pero debe especificar por cuánto, por
quién y por dónde. ¡Ser, o no ser, es la cuestión!
A continuación, se habla de
la gratuidad. Asegura el presidente González que las obras no van a suponer ni
un solo euro para los madrileños. Bueno, esto será con matices, por supuesto. Vamos
por partes. Desde hace siete años la Comunidad de Madrid, como propietaria de
la plaza de toros, ha ofrecido en el pliego de licitación -en los tres
sucesivos concursos públicos para su gestión- la facultad de gestión del coso a
los arrendatarios en las actividades taurinas y para el resto de actos y
espectáculos de cualquier tipo, es decir: no taurinos. Esta doble posibilidad
en el arrendamiento se imponía desde la institución madrileña a cambio de un
canon de cinco millones de euros, limpios de quebraderos de cabeza, y que en la
última oferta del pasado año descendió a poco más de dos millones de euros. El
descenso de ingresos en los espectáculos taurinos, consecuencia de esta crisis
infernal, era la excusa para ofrecer un alquiler de saldo por tres temporadas
con opción a dos más de prórroga.
Asegura nuestro
presidente que el coste de la sicodélica techumbre corre a cuenta de los
empresarios y de Warner Music (en virtud de un acuerdo entre ambos para organizar el espacio y organizar “actos
culturales y musicales) y que asciende a cuatro millones de euros, cifra que se
rentabilizaría (sic) en un año, con el 50% en los meses de invierno y el resto
en los de verano. Alguien estará pensando lo tonto que es y no tener a mano este
saco sin fondo, con la que está cayendo. Si tan rentable es el negocio, no se
puede entender que no sea la misma Comunidad, como propietaria, la que acometa
tal infraestructura y le saque todo el partido para paliar las ya maltrechas
cuentas públicas, ahogadas en tantos recortes. Total, será la Comunidad, y de
paso todos los madrileños los que costearemos de nuestro bolsillo, las
licencias correspondientes a los eventos que se organicen, las medidas de
seguridad -desde Protección Civil hasta los diferentes cuerpos policiales-, la
limpieza de los alrededores, los equipos médicos y sanitarios preceptivos, el control
de la circulación vial, los cortes de tráfico y el coste de las posibles irresponsabilidades
en caso de catástrofe como la ocurrida hace un mes en Madrid y que ha puesto en
evidencia a dónde conducen los subarriendos tan lucrativos.
No es por comparar. Se
hace odioso. Lo sé. Pero no me digan que no se parece a un argumento de película
serie subB. La propietaria de un
soberbio inmueble baja el alquiler porque es muy sensible a los problemas
mundanos de los ocupantes atosigados con el pago de las cuotas en una maldita
crisis. No contentos los inquilinos con la medida piden más. Y va la propietaria
y da el visto bueno para que los arrendatarios puedan utilizar la vivienda, acoger
a los familiares para formar sociedad tripartita, disfrutarla sin que las
cláusulas principales del acuerdo contractual se cumplan y rentabilizarla en
todas las direcciones a discreción; hacer obras, destrozar la estética,
cargarse el jardín, reformar el ático en espacio aprovechable y, sobre todo,
montar fiestas de postín, a lo grande y con cargo a los vecinos de al lado.
Pues, ya les digo, el viejo argumento de siempre. Un rollo.
Ahora, que puestos a
pensar, ¿por qué no cubren la Plaza Mayor y la dedican en multiusos a las carreras de burros, que también como los toros
están en serio peligro de extinción?; ¿por qué no trasforman el Museo del Prado
en verbenas populares, aunque a la última modernidad, con pasarelas de modelos luciendo
trajes típicos y con megafiestas de chocolate con churros para promocionar la marca España? ¿Por
qué no exportan tan estupenda maniobra a La Maestranza, el Teide, el Cañón del
Colorado…? No se pueden dar ideas…
Y no sé si esto les
ocurre a muchos, pero es que últimamente me ha dejado de interesar las intrépidas
aventuras que se venden como si fueran la conquista de la Luna, o el
medicamento que cura el cáncer, o el peliculón que aún quedaba por hacer a los
magos del celuloide. Total, ¿para qué? Para llevarte una decepción. Pues nada,
¡ale!, a callar, que calladita estoy más mona. Aunque, no deja de rondarme la
pregunta, señor presidente, ¿a cuánto está el metro cuadrado de multiuso?
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