Primer novillo de la tarde de la ganadería Prieto de la Cal, jabonero de capa, lidiado en Las Ventas el pasado 2 de septiembre, devuelto por flojo y que se resistió a entrar en los chiqueros.
Entre santacolomas
y veraguas...
Elegí estar en Las Ventas en este primer
domingo de septiembre. Era, o el camino de Cerceda -con la ganadería de
Rodríguez Montesinos- o el entusiasmo por la belleza de los ejemplares de
Prieto de la Cal. Entre
santacolomas y veraguas estaba el dilema, y cualquiera de las dos eran suficientes
para llevar a un aficionado -cansado de tanto aburrimiento generalista- hacia
una ilusión cada vez menos posible.
Decepcionó la puesta en escena de la
ganadería onubense de Prieto de la Cal, casi la única que conserva en su sangre
brava los ancestros de Veragua. No se encajó bien, teniendo en cuenta que hacía
siete años que no regresaba al ruedo madrileño. Dentro del llamado ciclo de “encastes
minoritarios” pretende la empresa de Madrid dar satisfacción a los aficionados
que deseamos una fiesta completa. “En la variedad está el gusto”, decía el
ganadero en el programa radiofónico de Clarín, algo en lo que no se duda.
Aunque “no hay excusas”, confesaba amargamente, ni justificaciones, porque los
novillos de sangre Veragua salieron con mucha expectación pero flojos, sin
emplearse en varas y sin romper en el último tercio. Cuesta creerlo, puesto que
Tomás Prieto de la Cal pasito a pasito se ha hecho un hueco de respeto entre la
afición (también) minoritaria con excelentes encierros en casta, presentación y
solvencia.
Ahora parece todo una debacle. ¿Por qué? Sencillamente
al orden “generalista” le interesa desconfiar en estas apuestas propias, ajenas
al infierno de la mercadotecnia, románticas en su estilo, idealistas en la
producción, complicadísimas en su desarrollo, tan inusuales como milagrosas, La
razón de las conjeturas que están cargando las tintas contra esta particular
expectación que muestran los aficionados solitarios hay que buscarla, hoy más
que nunca, en que este dichoso mercado se ha convertido dramáticamente en un
embudo, y antes pasaría un camello por el ojo de una aguja que estas ganaderías
orgullosas tuvieran una posibilidad de futuro sin vivir de las subvenciones y
de la mendicidad.
Desde luego hay que mantener la calma. A nuestro
alrededor hay una sequía brava que acrecienta el desértico escenario. En el
subsuelo, no hay petróleo. Únicamente, pequeños matorrales en las vastas planicies,
desguarnecidos entre el viento, las extremas temperaturas y el vacío. Donde hay
vida, hay esperanza, dicen. Agarrémonos pues a la posibilidad porque la sed la
saciaremos en esta maleza clara que estrujaremos con tanto énfasis como el que
se agarra al hilo frágil de la vida.
Ánimo Paz. Tus seguidores estamos esperando nuevos post. Nos tienes a la expectativa; incluso con cierta ansiedad.
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