Marte, ¡qué gran sitio para el retiro!
El fabuloso estandarte del escalafón de diestros taurinos (llamados toreros de élite y definidos por Xavier González Ficher como “fabulosos hombre G” http://laaldeadetauro.blogspot.com/2012/01/que-se-vayan.html), los mismos que visitan despachos ministeriales y libran una batalla interior por dejarse fotografiar en comandita revestidos como líderes -del estamento taurino y de los aficionados- para “exigir” su condición de “artistas”, pues estos mismos galanes -que seducen y consiguen traspasos ministeriales- quieren que las televisiones paguen por la retrasmisión de su actividad profesional. ¡Lo que han cambiado estos tiempos meteóricos a tanto personaje mediático! Y digo personaje tal como lo define la Real Academia: “Cada uno de los seres humanos, sobrenaturales, simbólicos, etc., que intervienen en una obra literaria, teatral o cinematográfica”.
Pues bien, a lo que iba, hace casi dos años los “sobrenaturales” diestros prestaban su imagen (gratuitamente, incluso pagando supuestamente) en la escenografía de la puesta en marcha de la Mesa del Toro y apoyaban sus reivindicaciones de presunto salvamento de la fiesta taurómaca. Uno de los cuatro puntos consistía en reclamar a la televisión pública española el espacio para las retrasmisiones de los espectáculos taurinos, y que habían desaparecido de la parrilla televisiva por códigos “deontológicos” para proteger a los infantes de las aberraciones taurinas y que este año pasado tradujeron en definitivo a través de un manual de estilo. Entonces, se reunieron incluso con los altos responsables del ente televisivo. Posiblemente, alguno hubiera derrochado su valiosa imagen y hubieran matado por ofrecerse para que se le televisara lo que hiciera falta. Ahora quieren lo mismo, pero cobrando y, sobre todo, perjudicando al resto de toreros que no se encuentran en el poderoso grupo de pretensiones mediáticas y pecuniarias.
No tenía pensado ni hablar de estas minucias irrisorias que terminan dando más bombo y difusión a esta polémica barata y que sirve para aumentar la fama de estos aprovechadillos “seres humanos”. No se merecen ni la mínima alusión. Es decir, que me da por refanfinflar. Si las cadenas televisivas quieren pagarles el monto a tan cotizados artistas, pues allá ellos. Yo no pienso darles un duro gratuitamente, que ya bastante caro me cuesta tragarme los aburridísimos bodrios, los asquerosos esperpentos que acostumbran a protagonizar en plazas solemnes y con birrias ganaderas de alcurnia.
Mi opinión al respecto del papel de la televisión en nuestras vidas de aficionados ya está escrita. Como todo el mundo se sobrestima en alta cuantía, pues convengo en hacer lo mismo, y autocitarme respecto a este asunto, por cierto de tan poca monta para el resto del personal –profesional y taurino- y que no tiene la potestad de encontrase en tan alta catalogación.
Por aquellos entonces cercanos y mediáticos (como decía anteriormente) escribí un artículo llamado Un perro que vuela. Un toro que amaina, con el subtítulo: Las aventuras y desventuras de dos personajes que corren suertes presentes separadas. El primero se pondera. El segundo es impreciso, respecto a una serie de dibujos animados emitida por el ente público RTVE, llamado Corporación en esos días, que produjo las críticas de los padres y aficionados a la fiesta de los toros porque en ella se exponía “las falsedades argumentales” de los antitaurinos.
En dicho texto (el artículo completo se puede consultar en http://sites.google.com/site/toroaficion/opinion/toros-y-television) decía:
“Y ahora, ya se cuenta con una distancia larga en materia de divulgación televisiva para poder asegurar que su fenómeno ha contribuido más a su empobrecimiento, a su incomprensión y a fomentar aún más la decadencia en la que se encuentra la Fiesta, favoreciendo a las castas taurinas, haciéndolas más poderosas y ajenas a la realidad, sustentándose en criterios mercantilistas -y nada altruistas con la esencia verdadera-, olvidadizas porque no han denunciado nunca los desmanes que se cometían en el interior del estamento taurino, o en la realización de los festejos. Es el momento de preguntarse si es éste el modelo que demandamos insistentemente. Los aficionados ¿quieren de verdad esta fórmula propiciatoria de la especulación de los taurinos en su propio beneficio?; ¿quieren que la difusión de esta decadencia es los espacios televisivos se convierta en dinero contante y sonante para que unos cuantos especuladores se sigan lucrando en beneficio propio?; ¿quieren esforzarse en esta demanda que supondrá a gran escala el empobrecimiento aún mayor de lo poco que queda por explotar?; ¿quieren contribuir a estos desmanes para la rentabilidad de personajes sin vergüenza torera que se aprovechan de este clamor para hacer su propio negocio?; y ¿y no les parece que es demasiado pedir con esta vehemencia una fórmula que se constituye fuera de los verdaderos fundamentos que deberían ser básicos para el fomento de la tauromaquia?
Sobre el papel del público y los aficionados:
“Y mejor no hablar de los suculentos ingresos que se llevan los miembros empresariales del estamento taurino en derechos de retransmisión. Y de las enormes cantidades que las cadenas han puesto encima de la mesa intentando arañar público como fuera. Esta cuestión ha sido verdaderamente sangrante. Estas cifras -que es mejor no repetir por escrúpulos propios y vergüenza ajena- han contribuido y mucho al viciado mundo de la especulación de la Fiesta. Pero vendieron muy mal. Los primeros años sacaron unos beneficios tan suculentos como pornográficos. Después, cuando se vio que no había discriminación entre bodrios a mogollón y alguna corrida interesante que al final no se retransmite, ya los ejecutivos empezaron a frenar los pies a los empresarios que defendieron con uñas y dientes denodadamente seguir amamantándose de tan portentosa ubre. Y comenzaron las verdaderas batallas de los despachos (por no decir apaños muchos) porque a cambio de pagar menos, tiraban de un poco de aquí, hacían algún reportaje al uso por allá, daban gratis festejos que no quería nadie presenciar en vivo, comprometiéndose a tapar tendidos vacíos. Y poco a poco, se han quedado de piedra cuando comprueban que a los aficionados no les interesa (ya contaban con ello) y que además el resto del personal taurino (de miles de pueblos de España) ya están cansados (más que hartos) de tanta gaita, bodrio, basura, porquería y demás lindezas que además hay que pagar. En una palabra, este aburrimiento ya está sobreexplotado. Si algo hay que agradecer a José Tomás en todo este circo es que haya plantado cara a esta élite taurina televisiva. Se quedaron de una pieza con la negativa del torero madrileño. Pero, en definitiva a ellos les da igual. Les importa jugar a que quieren santidad, a promover causas benditas, cuando les interesa un pepino lo que hay de verdad en la Fiesta. Como se puede comprobar cuando enciendan el televisor, vayan a una plaza, o lean muchas historias que circulan por ahí. Hagan la prueba si se atreven”.
Y en otro momento (http://sites.google.com/site/toroaficion/opinion/mesa-del-toro-opinion), sobre los profesionales taurinos televisivos:
“Mucha culpa la tienen los profesionales de los medios informativos –encargados de difundir los festejos- que han creado una peligrosa uniopinión, empobreciendo los referentes para comprender el mundo taurómaco y que resultó escasamente crítica con los desmanes que se producían en este estamento. Se intenta defender a ultranza el aburrimiento supino que se sucede insistentemente, halagando desvergonzadamente a las figuras de postín que pitan en el momento, olvidando enseñar la esencia de este singular espectáculo, la verdad que lo argumenta y los fundamentos que generan la credibilidad de la Fiesta, con su arte, su estética y su carnalidad. También se omite cualquier intervención crítica, marginando el debate y ahogando cualquier intento de regeneración estructural. Al mismo tiempo, se elige mayoritariamente para su difusión espectáculos devaluados en calidad, pantomimas que se venden como perfume Chanel, cuando en realidad son bodrios sin paliativos. Mientras, los ejecutivos de las televisiones pagan millonadas (o pagaban) a los empresarios para comprar los derechos de retransmisión, y éstos se resisten a abonar a los protagonistas de los festejos los derechos de imagen.”
Tengo un amigo que se define como un “hombre malintencionado” y tan malévolo asegura ser que afirma que esto del “fabuloso grupo G” -y sus derechos de imagen- va a ser pura envidia de José Tomas que no permite retrasmisiones y llena las plazas, mientras que ellos no llenan los tendidos ni pagando de su abultado bolsillo.
Mi amigo también dice: Marte, ¡qué gran sitio para el retiro!
Yo, por ver algunos listillos en ese planeta de recogimiento, soy capaz de abonar religiosamente mi cuota para tragarme la maravilla de las maravillas de las difusiones nacionales.
Gracias por tener en cuenta "mis ocurrencias", pero no encuentro otra manera de definir a un grupo que en su día, teniendo la ocasión de decidir este asunto, se fue por la vía más cómoda y ahora que cree que puede obtener algo más ventajoso, retoma una postura que desdeñó hace una docena de años.
ResponderEliminarSaludos desde Aguascalientes, México.