miércoles, 27 de abril de 2011

Concluye el plazo para la renovación de abonos en Madrid

Enhorabuena
Ayer, martes 26 de abril, concluía el plazo para la renovación de abonos que incluyen las entradas para este ciclo de San Isidro 2011, más muchas otras por delante y por detrás. La empresa Taurodelta, actual gestora de la plaza de Madrid y en su último año de prórroga en la administración, anunciaba a los medios de comunicación a las 19 horas y 59 minutos que “el abono de San Isidro ha sido renovado al cien por cien tras el proceso abierto el pasado 11 de abril y que concluyó hoy con la venta de abonos sobrantes”. Faltaba un minuto para el cierre de taquillas y todo parecía estar en su orden. Todo vendido.
Atrás han quedado algunos pelillos sin importancia. Las tremendas colas, las esperas insufribles, las protestas a pie de calle y en los foros taurinos, han hecho de esta edición un buen argumento para evidenciar lo aturdidos que podemos estar los humanos. Tomemos el contexto adecuado.
Una pasada feria verdaderamente insoportable, y lo digo porque es bien cierto que resistí el desatino de su organización, programación y resultados. Un preliminar ciclo que no lo remontaron ni la figuras de más tronío y que proliferan por todos los cosos menores y mayores. Una evidencia del estado desintegrado de las esencias de la Fiesta y las entrañas ganaderas. Un tiempo que se repetirá, incluso quedará superado por lo proyectado en este desesperado intento de instaurarse aún más en la decadencia abismal.
Todo parece culminado en esta mediocridad, en la abundancia de nada, en la desgana absoluta, en la falta de verdad y en la obscenidad para justificar la farsa. Todo se vende. Todo se compra. Sin protestar las imposiciones para quedarse con entradas indeseables y ciclos postizos. Sin cuestionar los resultados de la gestión realizada. Sin esperanzas en la denuncia de esta debacle. Sin alivios para el alma. Sin peso en el bolsillo, pues el pago religioso queda impuesto con una perfección impecable. Lo dicho, enhorabuena a todos. Y que Dios nos pille aguantados.

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