Un coloquio entre colosos
Acabo
de leer en http://torear.blogspot.com.es/
un comentario del crítico Antonio Díaz-Cañabate. Su lectura, como siempre, es
una genialidad. El triste sentimiento por la devaluación de la fiesta de los
toros de este personaje sabio e independiente -que llegó a la crítica taurina sin
proponérselo y la colocó en lo más alto del podio literario- se revela siempre
desde la verdad y la integridad. Así que es de agradecidos el recuerdo al gran
maestro. O mejor, a dos colosos de la materia. Yo les propongo la lectura de un
extracto de la entrevista que le hizo el crítico de El País, Joaquín Vidal, a
este peculiar e intransferible personaje unos meses antes de su fallecimiento y
publicada en El País el 6 de julio de 1979. De coloso a coloso. De maestro
a maestro. Un lujo, señores aficionados.
(…)
Pregunta
(Joaquín Vidal): Se dice incluso que a usted le aburría ir a los toros.
Respuesta
(Antonio Díaz-Cañabate): Este es un asunto que voy a aclarar, ahora que me
brinda la ocasión, aunque ya lo he hecho otras veces. A mí no me aburre ni me
aburrió nunca la fiesta de toros; por el contrario, me apasiona. Lo que en
cambio me aburría soberanamente es esa fiesta que nos impusieron los apoderados
y los empresarios después de la guerra, y sobre todo en los años sesenta. Le
quitaron el instinto al toro, con lo que el espectáculo perdió emoción; los
toreros no tenían personalidad y redujeron su técnica a los dos pases, con lo
cual el toreo carecía de variedad y belleza. Yo había conocido la etapa
anterior, la de los grandes maestros, con el toro íntegro y de casta, y, por
tanto, no me podía gustar lo que vino después. Así que vamos a precisar: soy un
enamorado de la fiesta de los toros; no de este sucedáneo.
Pregunta
(Joaquín Vidal): Aquello de «los dos pases» fue una feliz definición suya que
podíamos leer habitualmente en sus crónicas, las cuales, por cierto, eran muy
ingeniosas y tenían lectores fieles. ¿Por qué dejo la crítica taurina?
Respuesta
(Antonio Díaz-Cañabate): Es usted muy amable y le agradezco sus palabras, pero
esa no es la realidad. Mis crónicas valían muy poco. En realidad estaba harto,
y por eso lo dejé. Tengo ahora una sensación muy acentuada de que perdí
miserablemente el tiempo durante los quince años o por ahí que ejercí de
crítico. Por dedicarme a esto, dejé de hacer otras cosas más importantes,
escribir libros, y así. Empleé mis años mejores en una labor que no sirvió para
nada.
Pregunta
(Joaquín Vidal): No estoy de acuerdo. Usted hizo mucho bien a la fiesta.
Respuesta
(Antonio Díaz-Cañabate): Quizá, sí, era de los pocos críticos independientes
que no iban a la peseta -cuando yo empecé, esto es cierto, el panorama de la
crítica era lamentable-, y se tuvo que notar. Pero eso es todo. Peleé
inútilmente por una causa perdida Ahora, con mis 82 años, miro hacia atrás y
pienso que me equivoqué al aceptar la crítica taurina. No siento absolutamente
ninguna satisfacción por haberla ejercido, y, por supuesto, no la echo de menos
en absoluto.
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