Plenitud en los ruedos
A la plenitud de toreros que se dan en el escalafón se suman
aquellos que se fueron y que regresan ahora a marchas forzadas. La saturación
de reapariciones de diestros de tronío está convirtiendo las sorpresas en
irrelevantes. No son ni dos ni tres. Es decir, que ya están todos al completo y
que en la línea del disparadero taurino no cabe uno más. No hace falta dar
nombres. Pero sí imaginar que a los organizadores y empresarios de tan clónicas
ferias a lo largo de la geografía –por intrascendentes y sosísimas- se les está
planteando un serio problema de colocación, de estipendios y de glorias puesto
que la capacidad resolutiva de tan altos mandatarios festivos es inversamente
proporcional a la abundancia de personal en los tendidos. Por no hablar de los
tres o cuatro ganaderos a los que hay que dorar la píldora reproductiva de
material genético al uso.
Para explicar este fenómeno hay como siempre versiones
dispares. Para unos muchos optimistas la riqueza de la fiesta es un factor
cuantitativo y, por tanto, ajustado por narices al cómputo de apéndices a
cortar. Para unos pocos pesimistas, las reapariciones se circunscriben en provechos
personales y que no se hace necesario especificar –obviamente- si son fiscales,
administrativos o narcisistas. No se trata de contabilizar los personajes que
quieren ser o estar en los ruedos pero sí provocar una reflexión de qué tipo de
fiesta se necesita con urgencia. Si la crisis está haciendo estragos en los
presupuestos, apoyos institucionales y el número de festejos, la más dramática
situación posible son los inservibles, inexistentes e interesados planes del
estamento taurino para devolver y generar afición por este espectáculo, el cual
ha sobrevivido a prohibiciones, bulas papales y profundas depresiones pero que
no podrá aguantar el sablazo, la simulación y la desidia.
Aunque no será por falta de diestros, como se descubre. No
será por falta de animales, sacrificados muchos sin tocar suelo de albero. No
será por conciencia taurina colectiva, que mira con angustia que el maná
institucional caiga del ciego. Entonces, será por falta de sentido común, pues
teniendo las cosas tan claras no se entiende que alguien no haga algo para remediar
la debacle. Y esa sabiduría sí se hace urgente en las reapariciones y en las
conciencias. Por supuesto, que todo el que quiera dar un paso al frente al
menos traiga unos cuantos toritos bravos debajo del brazo. Igual algunos se
enteran y arman la de Dios es Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario