Los toreros mediáticos
Una apoteosis ha irrumpido con fuerza en el metalenguaje taurino. A los toreros de segunda fila conformados en comparsa pegapasista simulada les llaman con mucho salero: toreros mediáticos. Atrás han quedado las figuras. No se confían dentro de una clasificación de maestros. No son héroes, precisamente por lo trasnochado que resulta ya el término. No entran en el universo cerrado de la élite torera que impone en los despachos ministeriales y en los medios televisivos. Tampoco son parias sin nombre, ni desarrapados, ni maletillas garbosos.
Una apoteosis ha irrumpido con fuerza en el metalenguaje taurino. A los toreros de segunda fila conformados en comparsa pegapasista simulada les llaman con mucho salero: toreros mediáticos. Atrás han quedado las figuras. No se confían dentro de una clasificación de maestros. No son héroes, precisamente por lo trasnochado que resulta ya el término. No entran en el universo cerrado de la élite torera que impone en los despachos ministeriales y en los medios televisivos. Tampoco son parias sin nombre, ni desarrapados, ni maletillas garbosos.
Cuestión para no dar crédito. Si uno se pone analizar no encuentra razón de ser en este léxico caprichoso. Serán toreros, pero del montón, y muy posiblemente irrecuperables para la verdad y ortodoxia de la tauromaquia. Y lo de adjetivarlos como mediáticos es un misterio. Lo único que se me ocurre, es acudir a la etimología que define el término como todo aquello “perteneciente o relativo a los medios de comunicación”. Por tanto, es para felicitar a los intelectuales que con mucho tino han enriquecido lo imposible del recurso televisivo, y una vez convertida la caja tonta en el único de los medios de comunicación, parece interesar por su rentabilidad epicúrea. Ya saben, en el país de los ciegos, el tuerto es el que hace negocio.
Lo que me desconcertó, sinceramente, es que creí que se referían a esta ruidosa élite de personajes que pretenden ser estilistas de la fiesta y adaptar el espectáculo a la modernidad del siglo XXI, los mismos que quieren gestionar su inmaculada imagen artística y su fabuloso cuerpo apolíneo. Pero una vez destapada la caja de los vientos, las corrientes has resultado frías para las latitudes ponderadas y brisas cálidas para las cómodas playas caribeñas, ahora muy solicitadas por los medios televisivos que ensayan nuevos escenarios y recuperan actores de segunda, aunque el argumento sigue siendo igual de aburrido, es decir, que no hay por dónde cogerlo.
No deja de ser todo un absurdo. Entre los quijotes que quieren ser mediáticos a toda costa, cobrando por supuesto, y los sanchos recuperados a marchas forzadas con liposucción incluida, la isla Barataria sigue hundiéndose aceleradamente en el fondo del abismo. Será que también es rentable la decrepitud que se sucede entre animales manipulados hasta la aberración y deformados tras muchas operaciones estéticas, cuyas cicatrices permanecen abiertas al ojo del gran público; entre personajes de caradura obscena que se ponen en flamenco ante moribundos bovinos sin alma ni naturaleza; entre aduladores de la mentira y esforzados ilusionistas; y entre los más tontos e ilusos que -además de cornudos y apaleados (con perdón)- tendrán que pagar la cuenta de los trastos rotos.
Y amenazan: “Pueden entrar en todas las ferias”.
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