No se atrevió
Por Paz Domingo
No se atrevió Curro a precipitarse en el
toreo excelso. Lo dejó aparcado a escasos milímetros de la perfección y el
público entendido allí presente le recordó con igual contundencia tanto sus
extraordinarias capacidades toreras como sus miedos para mostrarlas en verdad.
Así es Curro Díaz, desde el nombre hasta el temple armónico, desde la elegancia
hasta la finura, desde una mano sin par hasta los bajonazos supremos que dejó.
Y no fue el único, todo hay que recordarlo, porque sus compañeros de cartel –
Paco Ureña y López Simón- también ejecutaron las estocadas como quien perpetra la
traición a oscuras y con alevosía.
No se merecieron los ejemplares de
Montalvo tanta ingratitud porque todos estaban en consonancia con el manejo sin
problemas de su estirpe. Los matices los pusieron las escasas fuerzas de los
dos primeros, la bondad tontorrona del tercero, las inmejorables condiciones nobilísimas
del cuarto y los igualmente posibles gobiernos del quinto y sexto. Sin embargo,
ninguno de los tres diestros pudo con los animales en liza ni hacer el toreo
cuando había condiciones. A Curro le faltaron escasos milímetros de que hablaba
para que esas medias, esos naturales, esos desmayos fueran pura exactitud; a
Paco Ureña le sobró la convicción de que puede torear cualquier cosa que le
facilite la Puerta Grande de Madrid y le faltó anunciarse en sí mismo, aprender
la lección de que no todo vale para triunfar y sobre todo superar los borrones
del estoque; y a López Simón le gustan mucho los sitios en las periferias, los trajes
bonitos pero arrugados y, en definitiva, tiene necesidad de un mucho de vergüenza
torera para estar y matar.
El público conocedor de otras tardes
mágicas de Ureña y Curro, cada cual en sus circunstancias, se entregó al enfado
y a la reprimenda. Hay quien puede pensar que fueron fieras alimañas si vemos
los partes médicos porque no se entiende que estos animales con tan poco
carácter en sus entrañas dejaran dos percances: el del banderillero Manuel
Muñoz, herido de gravedad tras una caída en la cara del toro, y Paco Ureña que
se quedó empalado en las tablas con un golpe en la espalda del que quedó
conmocionado para la lidia. En realidad fueron fallos humanos, comprensibles en
este oficio de riesgo donde no hay que perderle la cara al toro jamás.
Curiosamente ayer floreció la cátedra. El
aficionado, el entendido, el conocedor estaba en los tendidos. Y se hizo oír.
Más que otros días, por cierto. No porque hubiera más en la plaza (cada día
quedan menos aficionados) sino porque el público isidril y torerista tampoco es
el que era. Bueno, en cierta manera se ha renovado y esta sangre nueva viene
sin conocimientos para descifrar las claves de lo que en la plaza sucede. Y así
a pelo es imposible digerir este espectáculo: ni para los viejos ni para los
advenedizos. Ni sentarse en la plaza saben y no digo más que está todo dicho.
Plaza de toros de Madrid. 15 de mayo de 2017. Feria de San Isidro 2017.
Corrida de toros de Montalvo para los diestros Curro Díaz, Paco Ureña y López Simón
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