Primer festejo de la Feria de San Ignacio
Azpeitia, 30 de julio de 2013
Toros de Cuadri para los diestros Uceda Leal, Javier Castaño y Rubén Pinar
Azpeitia bien vale una tarde
En este hermoso paraje a la ribera del Urola, a la sombra del monte Izarraitz, a la placidez del santuario ignaciano se produce el milagro de los toros. Es un reducto inexplicable entre tanta estandarización monótona, basada en un negocio al por mayor. Allí se ven toros y también algunos toreros. Azpeitia bien vale una tarde para una corrida de Cuadri de excelente presentación y para saborear la torería deslumbrante de Javier Castaño y su cuadrilla.
Pero las cosas de la tarde trascendieron desconcertantes. Los animales poderosos de Fernando Cuadri se quedaron escasos de casta pero amplios en nobleza, recurrentes en seguir los engaños y solícitos en colocación certera, aunque salieran dos ejemplares en el lote de Castaño que porfiaron en la mansedumbre, la bronquedad y la imposibilidad. Hoy se hablará de una corrida buena del ganadero onuvense sencillamente porque sus toros se prestaban al toreo de muleta repetidora, a pesar de que se fueran inéditos de resolución. También hoy se esconderá el oficio, la profesionalidad, el lujo, el dominio, y el acierto de Castaño y los hombres que componen su formidable cuadrilla cuando todos juntos ofrecieron un recital de poderío en el difícil arte de lidiar lo más complicado para hacerlo hermoso, sujeto a los cánones de la técnica superada, irreconocible para la mayoría y una vez más escondido entre las banales glorias de los demás. Las orejas cayeron del lado de Uceda y Pinar que tuvieron materia para la colocación buena y el lucimiento si hubieran podido materializar el destino. Sin embargo, una media verónica de capote desmayado por parte de Uceda y la estocada al sexto de Pinar se quedaron en apuntes cuando la exigencia de toreo se imponía.
La tarde de este primer festejo quedó confusa para algunos y del revés para los demás. Pocos se percataron del viento fresco que recorría la belleza del Urola, a ras de ondulados jugueteos de sus remansos, a la claridad tranquila de sus valles descarados, mientras Castaño, Adalid, Galán, Sánchez y Sandoval enseñoreaban su torería.
Creo, Paz, que a la corrida le faltó raza... y fuerza. Demasiado esfuerzo de Castaño para lucir el quinto,cuando era un toro que no merecía tal honor. En cualquier caso, él y su magnífica cuadrilla pusieron el puntito de interés de la desconcertante tarde.
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