Ojalá, nos dejen ver esto algún tiempo más
Por Paz DomingoMe refiero a lo que sucede en Azpeitia y a su apuesta por el toro, por la fiesta, por el aficionado, por la verdad en este mundo maravilloso que ya no puede existir. Sencillamente, es casi imposible poder verlo, y si no, díganme de algún lugar donde salga un toro -como manda la ley divina de la tauromaquia- y que no sea una casualidad, un atrevimiento, un desconcierto. Pues, señores, a mí lo que me parece es que este -ya casi- último rincón torero y guipuzcoano, a la ribera del Urola, a las faldas del Izarráiz, al fondo de la fortaleza coronada por el santuario de Loyola, es un verdadero lujo en la vida. Y no se olviden, si este mundo taurómaco auténtico algún día no fuera posible, si desapareciese de la faz de la tierra, y con él la riqueza de su espíritu, la alegría que contagia, la sinceridad que descubre, seríamos todos más tristes, más aburridos, más irreconocibles. Ojalá, nos dejen ver un poco más todo esto, y me refiero a la exactitud y a la inteligencia que tienen en Azpeitia para transformar la anécdota en plena naturalidad.
El ganadero José Escolar irrumpió en esta feria con ganas. Sus toros tenían casta de sobra y buena presentación, además de posibilidades de toreo. La cuestión es que había que aguantar, circunstancia que se quedó muy lejos para los tres diestros, y en distintas formas. Para Esaú Fernández fue la confirmación de la imposibilidad, o mejor dicho, la posibilidad de no poder ni con lo mínimo de exigencia. Consistía en saber estar y su grosería culminó en la aberración de dar muerte al hermoso sexto que mereció lucimiento a lo grande. Para Serafín Marín resultó un debate entre la suerte de tocarle el mejor lote y las maneras propias para esconderlo, aunque resultara más animoso en la vistosidad.
Y Sánchez Vara sufrió con la casta y la complicación de sus dos ejemplares, llegó a estar valiente pero muy escaso en las resoluciones que se necesitan cuando urge mandar. A las primeras de la tarde, el cárdeno toro con líneas de finura albaserrada, con casta a raudales, ya había señalado lo que sería el periplo para el resto, es decir, para que todos los hermanos de camada se fueran, como él, inéditos de ejecución, aguante y toreo al desolladero. Sin muchos recursos Sánchez Vara no pudo resolver. Intentó el decoro y terminó con la taleguilla rajada, con un subalterno en la enfermería, con cuatro bajonazos, muchos descabellos, dos avisos, y fue librado en el último suspiro de la vergüenza que marca la tercera llamada. Esto que parecía la debacle, fue lo más fabuloso de la tarde -(entiéndase)-, ya que al menos vinos una pelea creíble, aunque estuviera desnivelada de fuerzas. Con el cuarto la situación se complicó, precisamente porque el animal fue extraordinario de fisonomía, en arbola dura y trapío, también muy embarazoso de comportamiento. Sin ser reservón, no se entregaba. Sin apurar su casta, no terminaba de ofrecer un pitón izquierdo que apuntaba como bueno. Vara estuvo hasta decoroso en banderillas y escaso en las tristes embestidas. Mató a la manera garrafal, tanto como sus compañeros de terna.
Serafín Marín dio una vuelta al ruedo en el segundo de la tarde sin convencimiento general, puesto que desaprovechó la nobleza a la vista y escondió a base de derechazos el pitón contrario que parecía muy potable, incluso desplegó manoletinas inútiles y miradas al tendido. En su segunda intervención pasó algo similar. El diestro desplegó mucho parón mezclado con desparpajo y abanico con el trapo, más una estocada que cayó en los bajos perdiendo el engaño.
Y el joven diestro sevillano produjo mucha desazón. Es que no se entiende que un matador de toros - según muchos la revelación de estos tiempos desajustados del toreo- disponga de la más evidente incapacidad para aguantar medio pase, ni media intención, a un toro de casta. Esaú se maneja bien en este toreo posmoderno y absurdo tan habitual, falto de ejecución, belleza y dominio. Es difícil afrontar esta corrida de Escolar. Ya lo sabemos. Lo fácil es lo que hace todos los días festivos en esas plazas que abundan. Ahora ya puede decir que ha matado una corrida de Escolar, en Azpeitia además, pero quienes vimos al sevillano únicamente conocimos a un torero no capacitado para el dominio a un animal poderoso, tal y como debería ser el toro de lidia, el auténtico, el que salió en el albero azpetiarra. Aire fresco del monte se respiraba, ese mismo que está sujeto entre intensos blancos y bermejos de la coqueta bombonera, que acaricia el susurrante Urola a la sombra del viejo monte, a la luz de la historia ignaciana.
Azpeitia, 30 de julio de 2012. Primera de la Feria de San Ignacio
Toros de José Escolar para Sánchez Vara, Serafín Marín y Esaú Férnandez
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