martes, 20 de abril de 2010

No me creo nada

No me creo que El Juli abriera la Puerta del Príncipe por méritos propios de torero con derechos dominadores o artísticos. No me creo que aportara nada medianamente interesante, mucho más de lo que sabe hacer muy bien, algo espeluznante que en los correosos mentideros afines al régimen taurino llaman “inventar” el toreo. No me creo que expusiera algo, salvo el mismo artilugio del julipié que se exporta sin decoro como decisorio en los tejemanejes que configuran “el toreo moderno”. No me creo que pueda aportar nada interesante, ni decisivo, si revolucionario, ni verdadero, ni tan siquiera anecdótico para que ahora sea llevado a los altares reservados para los grandes que lo merecen.
No me lo creo. Que no. Con toros que dan el pego de mamíferos con cuernos, que tienen talla de presunto ganado bravo, que carecen de principios de casta y de bravura, de esos con los que se ejecuta el verdadero arte del disimulo. Algo así como engañar generosamente. Con toros diseñados para la ocasión, apartados desde tiempos remotos, gestionando apaños varios para burlar el sorteo, con dedicación de someter a corderitos aborregados, así presume cualquiera.
A esas maneras de plantarse con ínfulas tan desorbitadas ante afectados mamíferos exportados por los taurinos militantes como la quinta esencia de lo que se cría en dehesas privilegiadas, con las maneras de someterlo para parar sus falsas embestidas cuando no tienen ni medio puyazo, cuando se cita con el pico, cuando se descarga la suerte, cuando se confecciona para que el bicho se mantenga en pie, cuando se manda a tirones bruscos, burdos, feos, sincronizados al revés, fuera de cacho, pero, eso sí, ligando trapazos sin fin, sin armonía, sin heterodoxia, sin hegemonía, sin verdad, cuando ya no llenan los tendidos.
No me creo a todos aquellos que estos días se han cansado de repetir el “buen momento que atraviesa”, “qué pedazo de torero”, “que se consolida entre las figuras que hacen historia”, y cosas tan desconcertantes como ilusorias para quienes pregonan como extraordinaria la “tauromaquia de este torero poderoso que es El Juli”. ¡Toma ya! Reconozco que en relación de gustos nada hay infalible y todo es discutible. Creo que son muy respetables todos los juicios. Vamos, que cada uno elija lo que quiera. Pero, de ahí a que uno se reconozca tan acérrimo en estas materias simuladas y sea capaz de apoyarse en el verbo, en las excelsas tribunas periodísticas y en la paciencia de los que saben de qué va esto para ensalzar tanta proeza falsa, es un birlibirloque descarado.
Por tauromaquia se define y caracteriza a una determinada personalidad que desarrolla un personaje -por su contribución en artes ejecutorias y su tributo al desarrollo de la misma-, solamente puede entenderse a casos excepcionales, y está reservada en la historia del toreo a poquísimos maestros. Joaquín Vidal aseguraba al respecto: “las figuras, los fenómenos, ni tuvieron ni tienen tauromaquia, aunque les aureole el éxito; sólo los maestros tienen su tauromaquia, y no hay tantos, como pudiera imaginarse”.
Por tanto, sí creo -que está pasando- en la cortina de humo que se disfrazada en cenizas dañinas y que perturba los vuelos aéreos; en las tergiversaciones que se dan en la crisis profunda y el presente tan decadente de la Fiesta; en la necesidad inventada de personajes postizos que se venden como catalizadores de la verdadera esencia torera y de paso se cargan cualquier atisbo de liderar la exigencia de la autenticidad; y sí creo en los que recogen fielmente lo que sucede, como por ejemplo Antonio Díaz que dice sobre la gloriosa tarde lo siguiente: “El Juli se ha convertido en la figura más significativa de la etapa más oscura y tenebrosa de la tauromaquia. Máximo representante del antitoreo, ése en el que el toro es lo de menos y dónde importa más las formas que el fondo. Porque El Juli esta tarde ha hecho de todo menos torear. Parar, templar, cargar y mandar son los cuatro mandamientos del toreo de muleta. Para Julián, y por ende a sus numerosas fotocopias, los preceptos son otros: cuidar, descargar, alargar y ligar. (
http://es.paperblog.com/torear-es-otra-cosa-103779/)
Creo, finalmente, que hace falta cordura, valentía, independencia, criterio y un milagro que no llega.

1 comentario:

  1. Paz:
    Yo creo que hay pocos aficionados que se puedan creer todo este esperpento triunfalista, pero así es como los taurinos montan su tinglado. Luego vendrá a Madrid y o "no le acompañó la suerte" o le escogegerán con mimo un toro preparado para el triunfo, como aquel sobrero chiquitín que se trajo bajo el brazo para poder salir por la Puerta Grande, que es lo único que parece importarle. En tu entrada has plasmado con toda claridad lo que es este fenómeno y los fenomeno filos que le circundan.

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