martes, 27 de abril de 2010

El oficio y la afición

Un cirujano taurino
Un cirujano taurino tiene que ser algo más que un cirujano. Tiene que ser clarividente antes, durante y después de una cogida grave por asta de toro. El cirujano de una plaza de toros debe estar presente durante la lidia, porque debe ver la cornada antes de producirse, intuir qué va a suceder; comprender la perspectiva del plano donde se sitúan los protagonistas en acción; analizar con meticulosidad el segundo que el pitón está dentro del cuerpo, sus trayectorias, su impulso; estar atento a las primeras asistencias al torero por parte de los otros comparecientes en el espectáculo; recorrer con la vista el camino impetuoso a la enfermería; imaginarse las consecuencias, los desgarros, las trayectorias, los derrames; poner orden y concierto entre la multitud que se agolpa dentro y fuera de la enfermería; superar el impacto visual del dramatismo de las vísceras sangrantes; y con la misma celeridad, con un ímpetu descomunal que supera a la urgencia del tiempo tomar decisiones procesadas en un tiempo tan escaso; decidir intervenir y cómo; superar la congoja del herido; creer en su astucia y capacidad; y tener tanta confianza, como descomunal arrojo, para salvar en primera e imperativa instancia la vida de un hombre.
Un cirujano taurino tiene que ser algo más. Saben que su interposición es calve en todo lo que pueda acontecer después, pues durante esta estabilización, u operación urgente, depende las posteriores consecuencias, que incluso pudieran ser más decisivas incluso que las heridas sufridas. Son conscientes de las limitaciones con las que cuentan, que aparte de las más dramáticas y personales, se enfrentan muchas veces a la escasez de medios técnicos, implicando al equipo de profesionales a “arreglárselas como puedan”. Sin contar evidentemente con la ayuda de los más innovadores avances tecnológicos en materia científica y médica. Incluso en situaciones muy delicadas, a pesar de ser muy comunes, como las simples transfusiones de sangre. Tienen que conseguir el éxito por su perspicacia y profesionalidad, elaborar a toda urgencia el parte médico que acompañe al paciente a otro centro sanitario, y comprobar que ha hecho todo lo posible, de manera ágil y contundente, antes y durante, dentro y fuera para arrancar la vida a la muerte.
Un cirujano taurino tiene que ser algo más que un cirujano, que se aleja del paciente cuando sale de sus manos. Sabe de los peligros de las infecciones, de los múltiples factores que pueden afectar a órganos vitales el dramatismo de las heridas en una intervención arriesgada poniendo al límite al maltrecho cuerpo con graves destrozos. Sabe de la complicada estabilización del paciente. Sabe que son hombres con una capacidad de superación portentosa, pero hombres de carne y hueso. Saben, en definitiva, de su futuro impredecible como persona y como torero.
Hoy, en estos días preocupantes por la grave cogida del torero José Tomás en la plaza mexicana de Aguascalientes -que ha conmocionado al orbe taurino por su dramatismo-, los cirujanos jefes de las plazas de Sevilla y Madrid cuentan su impresión en el diario EL País, y en ambas se muestra alarmados por la situación de la gravedad que tiene el diestro madrileño, salvando las distancias físicas, pero recurriendo a su gran experiencia en estas desgracias.
El doctor Ramón Vila, cirujano jefe de la Maestranza de Sevilla, habla de la rapidez de los momentos cruciales de la intervención rápida y asegura en su texto: Los toreros deberían exigir mejores medios sanitarios en las enfermerías. Las prisas, el agobio, la intranquilidad y la preocupación siempre brotan con celeridad ante la difícil situación que se presenta en unos instantes. ¡Hay que actuar! ¡Hay que salvar a la persona! (…) El futuro es un misterio. El futuro del torero es impredecible, y está en función de innumerables circunstancias. (…) Y añade: “Me aventuré a afirmar que la convalecencia será larga, desde la convicción de que la actuación médica ha sido impecable y con la contrastada fortaleza del diestro herido”.
El cirujano jefe de la Plaza de Madrid, Máximo García Padrós, manifiesta desasosiego por la gravedad y la larga recuperación que se supone requieren estas heridas y dice al respecto: "No sé si es verdad que le han puesto sangre de varias personas. De ser cierto es preocupante ya que corre el riesgo de sufrir una posible transmisión de enfermedades. (…) En México, como en Francia, los cirujanos prefieren estabilizar al paciente y que se opere en el hospital. Es una cuestión de cultura. Sólo se pueden hacer curas de emergencia y enviar al herido a un hospital". Y concluye, avisando a través de su experiencia: “Lo cierto es que con una herida vascular no tendría que torear”.
Así estos dos testimonios, recogidos por el diario, ponen una vez más de actualidad e importancia la trascendental intervención de los cirujanos taurinos, y que son -como bien lo explican ellos mismos, aunque modestamente no lo reconozcan-, más que cirujanos, algo más que especialistas en heridas por asta de toro. Son colosales hombres de valor, experimentación, profesionalidad y amantes entregados a su oficio y a su inmensa afición.
Pueden leer sus recomendaciones en el diario El País. Recomendado.
“El futuro del torero es impredecible”. Por Ramón Vila
http://www.elpais.com/articulo/cultura/futuro/torero/impredecible/elpepicul/20100427elpepicul_3/Tes
“Con una herida vascular no tendría que torear”. Por Máximo García Padrós
http://www.elpais.com/articulo/cultura/herida/vascular/tendria/torear/elpepicul/20100427elpepicul_2/Tes

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