jueves, 8 de abril de 2010

Encerrona para una encerrona

¡Vaya topicazos que se gastan algunos con el excelso lenguaje taurino! Por ejemplo, cuando se utiliza descaradamente el término encerrona. Y muchos hablan de encerrona ponderando extraordinariamente la acepción de “encierro voluntario de alguna o más personas para algún fin”, cuando en realidad de lo que se trata es de “una situación preparada de antemano, en que se coloca a una persona para obligarla a que haga algo mal de su agrado”. Este paradigma de la modernidad aplicado a la tauromaquia se ha convertido en un caso muy definido. Es decir, una mentira manifiesta para aplaudir mucho unos gestos presuntamente atrevidos, cuando verdaderamente son actos poco encomiables para que otros sufran esta engañifa taurina, aquellos que padecen esta trasladación del magnífico lenguaje y su vil puesta en práctica. Y no solamente se confunden los conceptos, sino que los deforman. El diccionario de la Real Academia aporta un sentido más a encerrona y que multiplica este enaltecimiento disfrazado de la realidad vigente. Se dice que en tauromaquia, aplíquese a la “lidia de toros en privado”. Pues bien, los aduladores y también transformadores de situaciones flagrantes -por mentirosas- han confundido la exclusividad con lo privativo, especulando con gestos que podrían ser notables y proyectándolos como gestas heroicas, cuando lo que sucede es que son fiascos para desplumar a los asistentes a estos festejos taurinos. Si quiere comprender esta realidad basta con tomar como referente el festejo del pasado Domingo de Resurrección en la plaza de Las Ventas. Los titulares apuntaban al fracaso de la “encerrona” de Daniel Luque, que “se estrellaba” con un “ganado imposible”, con “seis silencios consecutivos y unánimes”. Lo que verdaderamente sucedió es que la encerrona estaba preparada con tres meses de antelación; que se realizó eligiendo a esta “joven promesa” convertida en figura de alto postín con alevosía, con veloz y escasa trayectoria profesional –un año apenas-, para protagonizar un escándalo presumible; que se materializó rebuscando presunto ganado bravo, del cual no “tenía ni un pase” ni uno solo de los animales; y que se consumó cuando por esta encomiable “encerrona” quedaron burlados los aficionados que ocuparon casi la mitad de la entrada disponible.
Hagan caso al diccionario, sobre todo a la tercera acepción del término señalado. Con los tiempos que corren, con los modales que gastan, con la desvergüenza que lo ejecutan y con esta moderna tauromaquia que predican, pues, ¡que se vayan a sus dichosas encerronas privadas! Y allí hagan lo que les parezca. Y acá todos tan felices. No adulteren más, que bastante tenemos y sufrimos. Y cuando oigan la palabra encerrona, corran a toda prisa en sentido contrario a la corriente que la encumbra.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con tu entrada que no viene nada más, ni nada menos, que a dar más luz a esta situación absurda creada artificialmente. Situación que sólo beneficia a los que se han embolsado sus duenos euros o que han pagado algún favor anterior, o incluso que han hecho un favor a un tercero, al que le exigirán su devolución con creces. Y ¿cuál es la conclusión de todo esto? Pues que los perjudicados son, por este orden, la fiesta, el aficionado timado y Daniel Luque, engañado. Pero a estos señores les da igual, lo explotarán, le exprimirán como a un limón y después lo tirarán como un pañuelo de papel. Si alguien le aprecia, debería dejarle muy claras sus limitaciones y, si puede, ayudarle a superarlas.

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