sábado, 10 de mayo de 2025

San Isidro 2025 / 9 de mayo / Corrida de toros

La inteligencia taurina y artificial se define más papista que el Papa

Por Paz Domingo

Lo he decidido. Vuelvo a la actividad de la escritura en este recóndito espacio aficionado a la integridad del espectáculo taurino y reivindicación de la verdad en la fiesta de los toros. Y he decidido que voluntaria, consciente y cortésmente les contaré lo que a mi juicio va contra casi todos los juicios, orales, escritos o fabricados con inteligencia artificial que usted encontrará sin dificultades en cualquier soporte digital y, además, taurino. ¡Ah!, y sin ánimo de ponerme espesa.

Usted ha oído decir que el desarrollo de la llamada Inteligencia Artificial es el futuro o el futuro no será. Usted está observando, posiblemente atónito, cómo surgen en preocupante abundancia papistas que diseñan cómo será la figura del nuevo Papa, o no será Papa nuevo. Y a usted, si además va a las corridas de toros, le inquieta el acontecimiento chusco, devaluado, manipulado y desvergonzado en que se ha convertido este espectáculo es porque los responsables taurinos mantienen que debe ser así o no será. Pues si dichos responsables taurinos en el desarrollo, vigencia y evolución de la fiesta están tan convencidos como parece en distorsionar la verdad; si persisten en esta inteligencia suprema y artificial que exalta las falsificaciones; o comulgan junto a personajes más fanáticos que creyentes, me encuentro en la obligación de anunciarles que la fiesta de los toros, lamentablemente, y contra todo pronóstico de estos mismos taurinos, no será.

Les pongo un ejemplo. La primera corrida de abono de la Feria de San Isidro 2025 no será jamás un alegato decente por hacer las cosas bien; con pulcritud; con las reglas en la mano; con vergüenza torera; con un compromiso conmovedor de valentía; con una defensa férrea del conocimiento.

El primer cartel arrancaba con el diestro que en las muchas actuaciones previas se ha desmayado en la nada; el cual está apoderado por el empresario de esta misma plaza madrileña; el cual diseña el primer cartel de feria con una confirmación y que significa que aquel diestro tan vareado ya no abre plaza porque cede los trastos y apadrina a quien lo hace; el cual realiza el primer tanteo a torazos con mucha presencia, con arranques disimulados a los petos, con nobleza que les hacen perseguir los engaños, incluso que pueden aguantar alguna faena creíble; los cuales fueron descuartizados sin piedad. Si existiera justicia torista y divina deberían llevar a esos castoreños y sus lustrosas jacas hacia procesos condenatorios.

Por mi parte, esto es lo que vi: una inteligencia organizada en escenificar un ofensivo espectáculo de artificio y que consiste en revestir de hazaña lo que lamentablemente no es más que una vulgar pantomima. Algo así como hacer una faena inservible merecedora del más grande de los premios. En realidad, se ha realizado un simulacro obsceno en el calibrador de la bravura de un animal y en el conocimiento y valentía para su sometimiento.

Entre las más ciertas de las circunstancias para confirmar la mentira se encuentran las realizaciones de las varas que colocaron a los desgraciados animales y que merecen destacar unas más que otras. La más rotunda fue la actuación de Manuel Cid, miembro de la cuadrilla de Talavante. Entró el animal al peto en las dos ocasiones que manda el reglamento y se llevó alrededor de más de veinte trallazos, por entrada se entiende, quedando aquel desgarrado y percutido lomo como un atentado merecedor de consecuencias penales. Miguel Ángel Muñoz, guardó las formas en el cuarto toro, sencillamente porque vieron al animal más indefenso en fuerzas, resultando más fácil el baile tonto de la gallinita ciega. A Juan Ortega le acompañaron Óscar Bernal, con actuación poco acertada, y José Palomares, que quedó muy enganchado con la pica en las afueras de la ortodoxia. José María González, que picaba en primer lugar el toro de la confirmación de Clemente, quedó en el mismo trámite de siempre de pinchar sin apuntar. Y, como mención especial, queda Manuel Quinta, en el sexto toro, que se ha añadido a la soberbia moda de apuntalarse en el señalamiento trasero, aguantar en el quiebro de cadera izquierda, apoyarse en el estribo también izquierdo, echar todo el cuerpo hacia adelante, contorsionarlo en forma de escarpia, descargando toda la furia sobre el lomo, que como queda dicho, resulta sacudido violentamente por estas máquinas percutoras que golpean incansables con punzadas frenéticas hasta los mismos higadillos. No son uno, ni dos; la masacre se puede consumar con veinte impactos seguidos con total facilidad.

Sí, percutir es la acción de moda. Los picadores abandonan la barrena porque el público ya está muy enterado. Ya no gusta tanto. Percutir, percutir, y percutir.  Son máquinas de impacto despiadado. Le vamos a coger cariño a la palabrita. Ya lo verán. Y si quieren saber algo de la Puerta Grande que ayer abrió Talavante busquen por ahí y que tengan suerte en alcanzar la verdad. Se lo deseo de corazón. Por mi parte, como esto siga así, la fiesta de los toros encumbrada por papistas y sus desarrollos intelectuales, emocionales y artificiales sencillamente no será. Es decir, no (re)percutirá. Qué se le va a hacer. Esa es la única verdad.

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