De chiripa
Por Paz Domingo
La tarde de toros empezó sin fortuna y terminó sin gloria. Un
toro que abría plaza se zambulló en la arena del coso en la primera carrera
tras su salida de toriles. Despanzurrado, o descordado, fue el mal presagio
para lo que se venía encima respecto a la esencia primigenia de la casta en un
toro bravo. La sucesión de titulares y los dos sobreros resultó ser de idéntica
falta de escrúpulos ganaderos, incluido ese ínclito animal que a punto estuvo
de darle de chiripa otro argumento triunfador de escasa enjundia a Miguel Ángel
Perera.
Comenzaré por la actuación a este mencionado animal, segundo
del lote de Perera. Su picador Alfonso Sánchez lo tuvo soberanamente fácil.
Señaló trasero y bailó en redondo. En ambas ocasiones se protestaron sendas
seudo varas por chuscas porque, efectivamente, lo eran. Curiosamente el torito
quedó aguantando la escasa fuerza que poseía y contestó de manera bobalicona a ese
toreo abigarrado, robótico, insulso y engatusador de Perera. El público pareció
volverse loco, aunque quedó salvado inesperadamente de un mal de conciencia
cuando el matador extremeño dejo una estocada trasera, muy trasera, tras dos
pinchazos, perdiendo de chiripa la Puerta Grande.
Ángel Rivas, primer picador de la cuadrilla de Perera, dio
cuenta del primer sobrero de Chamaco y dejó en el lomo de este animal de
características mansas, trotonas y resabiadas, dos puyacitos de cualquier
manera después de sudar tinta el maestro y la cuadrilla para acercarlo al peto.
Juan Melgar salvó con cierta sabiduría la horripilante suerte
a que han conducido los protagonistas del toreo al tercio de varas. Picó al
primer toro de Paco Ureña, cogiéndole bien y soltándolo a tiempo. Pero el astado
prometía algo más saliendo del peto y de banderillas muy incierto para terminar
durmiéndose en la también dormida muleta. Cuando le tocaba el turno a Cristian
Romero con el quinto titular de la tarde, una parte del público andana muy
enfadada porque no se había consumado el gran triunfo de Perera mientras que la
otra parte también mantenía un soberbio desagrado por la condición ganadera de
falta de casta. El picador, a ritmo de carioca, lo deslomó aparentemente. El
presidente vio venir el escándalo y se adelantó a los acontecimientos devolviendo
el animal a los corrales, cuando apenas el animal rozó de rodillas las
profundidades de la acorazada de picar, posibilitando la aparición del segundo
sobrero también de Chamaco. Pero Romero quiso hacerse notar. No atendía al
maestro, ni a la furia del público cuando se rebasan las rayas del tercio. Él aseguró
con mucha teatralidad su actitud desafiante de señalar, que no masacrar,
incluso en una tercera posibilidad para dejar salir despavorido e incierto a
ese animal de tan triste alma. El resto fue todo imposible.
Notable fue la tunda que le propinó el padre y picador de
Ginés Marín y de nombre Guillermo. Atorado se vio, con tan excesivo celo que dejó
un puyazo de señalamiento encimista, perdió los trastos, agitó la coctelera en
sucesivas vueltas, enganchó finalmente tras tanta euforia y propinó una somanta
al estilo castizo y demoledor. En el segundo puyazo, pasó algo muy parecido. La
faena de Ginés no dijo nada ni la condición del animal tampoco. Y ya en la sexto
trabajo de los toreros tocados de castoreño encontramos a Ignacio Rodríguez que
resultó inapreciable salvo por los señalamientos mondos y lirondos. El animal
acusó en sus resultados sobre el ruedo una vuelta de campana que había sufrido para
quedar agravada con la ausencia en sus entrañas de genio, codicia y clase. Aún
así, Ginés se quiso poner bonito, pero sin obtener resultados salvo por un
estoconazo que quizá fue lo mejor de la tarde.
11 de mayo. Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. Feria de
San Isidro 2025. Corrida de toros. Ganadería de Fuente Ymbro para Miguel Ángel Perera, Paco Ureña y Ginés Marín.
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