martes, 30 de mayo de 2017

Sobre la feria San Isidro 2017. Reflexiones

Cuando los novillos son toros, los toros son pavos y viceversa

Por Paz Domingo
Aquí pasa algo raro. Es todo tan mediático, que por mucho que se jure que no es de plástico no hay quién pueda creerlo. Por ejemplo los toros que salen como toros en esta temporada tan renovadora por la puerta de chiqueros de la plaza de Madrid, esa que los cursis afectados reconocen como la cátedra del toreo con mayúsculas, no son toros. Que no los hemos visto, y eso que llevamos ya pasado la mitad del abono de feria. Lo único mencionable fueron dos toros de La Quinta el primer día del ciclo y los novillos de El Montecillo que fueron más toros de tipo y carácter que cualquier ejemplar de este subgénero que está desfilando todos los días.
Así salieron ayer, y anteayer, y anteayer de anteayer. Novillos por toros, tan afectados por una blandura congénita que cualquier apretón con la puya los descoyunta con alevosía y tan dóciles a los engaños que dan ganas de elogiar tanta maestría selectiva y ganadera. El escándalo que puede ser estratosférico se queda en considerable porque los aficionados se desgañitan una y otra vez pero la autoridad competente no hace nada para enviarlos al olvido de los corrales. Lo más extraño es que parecen todos estos toritos clónicos, clónicos, independientemente de la edad –pues las hay de todos los escalas posibles-; de las ganaderías en liza –aunque predomine la que todos saben-; de las selecciones y características de estirpes bovinas –ya que salen con caritas de buenos novillotes imberbes-; incluso de los comportamientos mansurrones y escurridizos, aburridos e insulsos, desesperantes y predecibles.
Esta circunstancia está aireando el verdadero drama de la fiesta, y que no es otro que la evidencia que necesitamos animales resistentes al sometimiento, pero también se está tapando con algunos hechos tan puntuales como escasos y cortos de motivación. Por ejemplo, vemos a toreros con clase sobrada para la excelsitud del toreo sin recursos para manejar o superar esta situación en el triunfo fácil como son Curro Díaz, David Mora, Paco Ureña, Roca Rey, Diego Urdiales, Morenito de Aranda… Y si algo se ha remediado ha sido por asuntos puntuales como la genialidad de un Talavante inspirado a ratos, la sorpresa y esperanza en el clasicismo de Ginés Marín y algunos toros que se cuelan entre tanto remanente y se transfiguran o bien en pavos de categoría (como el sexto de Perera), o bien en nobilísimas ánimas.
Y con todos estos hechos consumados no cabe otra cosa que decir que el nuevo veedor de la moderna empresa tiene fijación por este molde aséptico que selecciona en las dehesas del orbe taurino. Creerá que está habiendo muy bien su trabajo de selección –tan pareja como acomodada- pero en realidad lo que hace es un flaco favor a esta fiesta que más que nunca necesita de credibilidad pues la componenda de tipos y caracteres empequeñecen cualquier sueño de esplendor en el espectáculo en general y en la feria de Madrid en particular.
Muy pocos hombres y mujeres afines a esta fiesta saben que los veedores –de plazas y de toreros- cobran entre un cinco y un diez por ciento por las corridas que se lidian, es decir, un canon institucional que carece de control fiscal y de responsabilidad moral.

Y así nos va. Allá ellos y desventurados de nosotros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario