jueves, 24 de febrero de 2011

XI Premio Nacional Universitario Joaquín Vidal

A la afición conspicua
Empiezo esta crónica disculpándome por la tardanza en la publicación que debe recoger este acto conmemorativo –y hasta nostálgico para muchos de los asistentes- que supone la entrega del XI Premio Nacional Universitario Joaquín Vidal y que concede la asociación Círculo Mazzantini de Madrid.
El recuerdo de este célebre torero vasco Luis Mazzantini (1856-1926) está asociado para siempre al hermanamiento de intelectualidad y tauromaquia. Esta declaración de intenciones fue el espíritu que impulsó hace veinte años a un grupo de universitarios, que fortalecidos en su alma torera por el empuje que experimentaba la Fiesta -con el hito que supuso la corrida de la Beneficencia con César Rincón y Ortega Cano-, expusieron su afición torera para reconocer las figuras colosales que han desarrollado y engrandecido este singular mundo taurómaco.
Aquel empeño de este grupo de enamorados ha llegado a este febrerillo loco, a estos días inciertos, a las múltiples y desventuras toreras que se nos vienen encima, y siendo fieles a su ímpetu juvenil ha querido ofrecer un gran homenaje a la constancia concediendo su XI Premio Joaquín Vidal a la afición de Madrid, a toda, sin exclusión, porque como bien insistió Javier López-Galiacho, presidente del Círculo, “aquí no sobra nadie”. Se pretendía un acto emotivo. Y lo consiguieron. La persona que recibía tal alta distinción fue Juana García Estebaranz, una mujer de corazón generoso, una aficionada cabal que representa a miles de almas toreras, allí donde se encuentren, sin distinciones de lugares, sin más requisito que amar apasionadamente esta vivencia única, irrepetible, hermosa e infinita.
El presidente López-Galiacho reconoció que se ha tardado mucho tiempo en la entrega del último galardón que recayó en Pepe Luis Vázquez, y que recogería su hijo. Seis años que han sido “como un desierto”, pero a la hora de retomarlo se consideró volver a los orígenes universitarios y añadir a la nominación del galardón, “recuperar el espíritu en la defensa e integridad en el seno de la Universidad, una muestra que apoye la certeza que la Universidad está con la Fiesta, y después de tantos males hay que pregonar al mundo que somos aficionados hoy más que nunca”.
“El mal de la Fiesta está dentro”. No nos olvidemos que nos enfrentamos a un enemigo que no ha dado la cara (los animalistas), con mucho dinero, con gran opinión pública y que funciona como un destornillador político muy eficaz”, añadía Galiacho, haciendo una pregunta para la reflexión: “¿Quién hubiera dicho que la Fiesta se iba a prohibir inconstitucionalmente?”.
“Quizá tengamos que morir como Custer, como un toro bravo que hay que dar la pelea, y aquí está la Universidad para lo que haga falta”. Precisamente por este arrebato juvenil, por esta complicidad que hace tanta falta, por esta defensa de los fundamentos verdaderos de la tauromaquia, “este premio no se puede dar de cualquier forma, y entendemos que en esta edición representa al espíritu de integración reconociendo al conjunto de todos los aficionados de la plaza de Madrid en un símbolo reconocible como Juana y a la “amistad de los que te queremos”, concluyo Javier López-Galiacho.
La familia de Joaquín Vidal también quiso estar presente en este emotivo acto. Su hijo, también llamado Joaquín Vidal, participó en la exposición de este certamen y agradeció estos eventos que recuerdan vivamente la figura del periodista taurino, pero también quiso recordar a su padre como miembro de esta afición de Madrid, desde los tiempos en los que era un chaval huérfano, con pantalones cortos y con poco dinero. Es un orgullo y una pasión estar dentro de un colectivo que representa un hecho único compuesto de gente diversa, dentro de un escenario en la más pura concepción democrática.
El ex senador por Valladolid, Juan Antonio Arévalo, amigo del cronista taurino, primer galardonado con este premio en 1995 -cuando se llamaba Luis Mazzantini- exteriorizó lo injustas que han sido las circunstancias que nos privaron de que Vidal no ingresara en la Real Academia de la Lengua, porque “fue un escritor como pocos” y porque hubiera sido un hecho importantísimo que le hubiera igualado con José María Cossío, único académico con rotunda vocación taurómaca. Reflexionó Arévalo que el mal de la Fiesta está dentro de sus entrañas, pero a pesar de esta debilidad hay un futuro que será posible con la responsabilidad y exigencia que los aficionados nos marquemos.
Juana García habló emocionada, pero nada contenida, una característica de su temperamental genio. Se declaró amiga de muchos, devota de Joselito, conocedora de muchos entresijos y amante entregada a su única afición. Recordó cariñosa a su amigo el cronista Vidal, a su familia y a algunos apasionados amigos que miles de tardes están a su lado en los tendidos de Las Ventas. Una plaza, la de Madrid, la suya, en la que ha tenido la oportunidad de ser tan torera como el que más, de conocer y tratar por igual desde el acomodador hasta Victorino Martín.
Seguiremos recordando a este maestro de periodistas que fue el ilustre Joaquín Vidal, a un hombre imprescindible por su independencia, rigor, amor y pasión por este mundo singular. La afición de Madrid le reconoció como crítico, el único claro está. Y él en una genialidad de las suyas les correspondió distinguiéndoles como la afición conspicua.
- Maestro, ¿esto tiene arreglo?
- No, esto no tiene arreglo.

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