viernes, 28 de enero de 2011

Sobre traspasos y competencias

La ventanilla única
Carlos Núñez, el presidente de la Mesa del Toro, la entidad que engloba a todos los
estamentos del mundo taurino, comunicaba a una agencia de noticias que los profesionales taurinos quieren que el traslado de algunas competencias taurinas al Ministerio de Cultura lleve aparejada la creación de un órgano único que defienda los intereses de la tauromaquia similar al instituto dedicado a las artes escénicas y de la música, el INAEM. "Queremos una ventanilla única que reúna a los profesionales taurinos y que vele por nuestros intereses", decía en esta nota de prensa el presidente de este asociación que aglutina 15 organizaciones de profesionales e instituciones taurinas.
Núñez propone que ese futuro órgano, que se parecería en su funcionamiento a INAEM, dependiente de Cultura, articule y desarrolle los programas relacionados con la promoción, protección y difusión como se hace ahora desde este organismo institucional para la música, la danza, el teatro y el circo. A continuación, explicaba que no se pretende despojar a otros ministerios de sus competencias como es el caso de las atribuidas a Sanidad o Medio Ambiente.
Es cierto que la Fiesta de los toros, este espectáculo -de tanta relevancia económica, social, e incluso política- debería estar regulado en un organismo competente en todos los ámbitos que definieran su existencia, desde su regulación administrativa, sus aspectos sanitarios, agrícolas, ganaderos y consumo, sus circunstancias singulares de crianza del toro bravo, hasta los acontecimientos necesarios para su divulgación, desarrollo, preservación y promoción de la tauromaquia.
Todo este planteamiento tiene su lógica, y se han perdido más de treinta años desde que en los albores de la transición ya se abogó -de manera concienzuda- por la constitución de un órgano aglutinador de todas las competencias que tenía el mundo de los toros.
Ahora, en las circunstancias actuales, cuando ya se ha solicitado el traspaso de competencias de Interior a Cultura, no se entiende que no lo hayan exigido o promovido desde su situación actual dentro del Ministerio de Interior, a fin de cuentas habría que sacar las competencias de todos los Ministerios involucrados para que quedaran definidos en un nuevo organigrama y que fuera acogido por un Ministerio. En este caso, daría igual que Gabinete fuera de Cultura o Interior el responsable de su admisión pues el camino para darle entidad en todos los aspectos sería un trabajo independiente y por una causa ajena a las competencias propias ministeriales.
Ahora, sin embargo, los promotores de esta idea se enfrentan a dos circunstancias que conviene tener en cuenta. La primera es que no han detallado todavía en qué plano quedaría (si es que quedaría) la condición de ser un espectáculo regulado y reglamentado administrativamente, de la posibilidad de la persecución del fraude –si se produjera- y de garantizar la seguridad como espectáculo. No pueden salir todas las competencias de Interior de manera inmediata, o al menos antes de que cambien la ley taurina de 1991 (vigente), los reglamentos taurinos nacionales y autonómicos y las normas que rigen para los espectáculos populares y tradicionales, porque afectaría a delegados gubernativos, exigencias de seguridad, análisis post mortem, integridad del espectáculo, entre otros muchos aspectos no precisamente culturales.

Y aquí se colocaría el segundo escollo de esta espectacular puesta en escena. No puede haber traspaso de competencias si no cambian las reglamentaciones sobre espectáculos taurinos. No alcanza con el cambio de nombre de Ministerio al que dirigirse cuando los profesionales taurinos tengan que inscribirse en el obligado registro (que se les llame consecuentemente artistas), tiene que ver con que hay que abordar la reestructuración administrativa del espectáculo, que afectaría a la reglamentación pero también va a tocar, con toda seguridad, al espectáculo como tal, su concepción, organización, incluso en sus fundamentos exclusivamente singulares como puede ser el tercio de varas o la muerte del animal. Olvidar premeditadamente la carnalidad de este mundo singular, no fundamentarlo así, no dar importancia a la integridad del espectáculo como primera regla de oro, organizarlo exclusivamente a partir de sus pilares estéticos, no poner orden en los desmanes que están acabando por la emoción congénita y exclusiva de su constitución, son razones muy poderosas que afectarán a la Fiesta y, por supuesto, de manera decisiva en su desarrollo, en su supervivencia o en su desaparición.

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