miércoles, 31 de julio de 2013

Azpeitia bien vale una tarde


Primer festejo de la Feria de San Ignacio
Azpeitia, 30 de julio de 2013
Toros de Cuadri para los diestros Uceda Leal, Javier Castaño y Rubén Pinar

Azpeitia bien vale una tarde

En este hermoso paraje a la ribera del Urola, a la sombra del monte Izarraitz, a la placidez del santuario ignaciano se produce el milagro de los toros. Es un reducto inexplicable entre tanta estandarización monótona, basada en un negocio al por mayor. Allí se ven toros y también algunos toreros. Azpeitia bien vale una tarde para una corrida de Cuadri de excelente presentación y para saborear la torería deslumbrante de Javier Castaño y su cuadrilla.
Pero las cosas de la tarde trascendieron desconcertantes. Los animales poderosos de Fernando Cuadri se quedaron escasos de casta pero amplios en nobleza, recurrentes en seguir los engaños y solícitos en colocación certera, aunque salieran dos ejemplares en el lote de Castaño que porfiaron en la mansedumbre, la bronquedad y la imposibilidad. Hoy se hablará de una corrida buena del ganadero onuvense sencillamente porque sus toros se prestaban al toreo de muleta repetidora, a pesar de que se fueran inéditos de resolución. También hoy se esconderá el oficio, la profesionalidad, el lujo, el dominio, y el acierto de Castaño y los hombres que componen su formidable cuadrilla cuando todos juntos ofrecieron un recital de poderío en el difícil arte de lidiar lo más complicado para hacerlo hermoso, sujeto a los cánones de la técnica superada, irreconocible para la mayoría y una vez más escondido entre las banales glorias de los demás. Las orejas cayeron del lado de Uceda y Pinar que tuvieron materia para la colocación buena y el lucimiento si hubieran podido materializar el destino. Sin embargo, una media verónica de capote desmayado por parte de Uceda y la estocada al sexto de Pinar se quedaron en apuntes cuando la exigencia de toreo se imponía.
La tarde de este primer festejo quedó confusa para algunos y del revés para los demás. Pocos se percataron del viento fresco que recorría la belleza del Urola, a ras de ondulados jugueteos de sus remansos, a la claridad tranquila de sus valles descarados, mientras Castaño, Adalid, Galán, Sánchez y Sandoval enseñoreaban su torería.

martes, 30 de julio de 2013

Corrida de Orthez


Camino del norte

Camino de Orthez se produjo el desencuentro. El quinto toro en orden de lidia, de nombre Manzanillo y marcado con el hierro de Raso del Potillo, el más antiguo de cuantos existen, quedó en el desatino sin posibilidad de justicia torera. En el limbo quedaron ahogados su ímpetu de salida, su casta rebosante, su trapío hermoso, su empuje bajo el peto, su codicia irrefrenable. Todo quedó sumergido excepto el fracaso de Morenito de Aranda que a conciencia cerró los ojos, la muleta y la honradez sin dejar ni una ligera grieta de redención. Se montó una espectacular bronca que traspasó hasta el exquisito silencio que tan bien saben medir en las tierras francesas. Y no fue para menos. El diestro no quiso ni verlo. Lo dejó a merced de las chapuzas torcidas del jinete; lo estrelló a favor del desastre; lo escondió en un delirante martirio; y lo mató de un sartenazo en los bajos delanteros con alevosía y traición.
Todo imperdonable. Fue, llegó y ni cumplió. Ni tan siquiera dejó la vergüenza torera para ver en su dimensión verdadera a este animal que así lo merecía. Si acaso hubo algo de bueno fueron las banderillas de Luis Carlos Aranda que tiró de maestría reconfortante. Pero nada puede redimir tan bochornosa impotencia. Nada.
A Manzanillo se le recibió y despidió con aplausos merecidos. El resto de los ejemplares no tuvieron ni la presencia ni el juego y se quedaron diluidos en monotonía de comportamiento, aunque fueron en general nobles y algunos fueron decididos en el encuentro con los picadores. El de mayor dificultad le correspondió a Fernando Robleño en su segunda intervención. El animal fue bronco, destemplado y querencioso pero finalmente sometido por el diestro madrileño que se había empeñado en no retirarle la muleta de la cara en claro gesto de profesionalidad. Estropeó Robleño su buen hacer en la suerte final y que consistió en perpetrarla con una horripilante cuchillada. Y así quedó la tarde para este hombre que parece ahora tan desorientado, pues había desaprovechado la nobleza de su primer ejemplar y el triunfo después.
Sin interés estuvo Oliva Soto, muy empeñado en dos faenas idénticas, aceleradas, persistentes en carreras a la inversa, evidenciando su desajuste. No mostró tampoco buenas maneras ni para matar ni para estar a la altura de las circunstancias en el lote de menor compromiso.

Orthez, 28 de julio de 2013
Toros de Raso del Portillo para los diestros Fernando Robleño, Morenito de Aranda y Oliva Soto. Casi lleno. El premio al mejor tercio de varas fue para Manuel Jesús Bernal.